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SUPERVIVENCIA DEL MÉDICO FRENTE
                                    AL COVID-19



                                           Por: Md. Jimmy Gustavo Gia Estrada.
                  Se relata la historia de un médico de treinta y cinco años de edad, a
               quien lo llamaremos Marcos. Vivía con sus padres; es así que, cuando le
               avisaron que debía realizar turnos en el área de Covid-19 de su hospital,
               tomó la decisión de enviar a sus padres a vivir donde su hermano, para
               evitar contagiarlos de este virus.
                  Escuchaba  con atención  a  sus compañeros  de  trabajo,  enfermeros
               y médicos, que atendían a los ciudadanos con esta patología y que ha-
               blaban del número diario de fallecidos en esa casa de salud.  Pensaba qué
               sería de su existencia si se llegara a contagiar y de inmediato las lágrimas
               brotaban de sus ojos, pero no había tiempo que perder, pues el trabajo era
               urgente. Buscaba llenarse de entusiasmo para seguir con la ayuda a todos
               los pacientes afectados por este fatal virus.
                  Pasaron días  y meses,  entre  cada  turno,  cuando  de  repente  sintió
               fiebre, dolor de cabeza y pecho, acompañados de falta de aire. El paso
               siguiente era acudir al área de salud ocupacional para ser examinado por
               el médico de turno, quien prescribiría exámenes de sangre y radiológicos,
               para confirmar o descartar el contagio, dada su exposición. Así lo hizo,
               sin saltarse ningún paso.
                  El colega le dio la mala noticia, pues la tomografía revelaba al menos
               el setenta por ciento de afectación pulmonar. Se retiró a casa pensando
               qué podría hacer al respecto, entonces llamó a una compañera enfermera
               para que le coloque una vía endovenosa, con el fin de suministrarse me-
               dicina para no exponer a alguien más. En la soledad de su habitación, sin
               contacto con el mundo exterior, todos los días clamaba al cielo que sea su
               voluntad, pero poder seguir ayudando al prójimo.
                  Con el pasar de los días, se curó con el tratamiento auto administrado,
               acompañando de las indicaciones de su hermano, también médico; obser-
               vaciones recibidas a distancia, por supuesto. La recuperación fue buena,
               sin ninguna complicación posterior o secuelas presente; por lo tanto, co-
               municó la noticia al jefe de servicio del hospital, para que le permita
               reincorporarse al trabajo de inmediato, en la misma área de atención a
               pacientes con esta enfermedad.
                  En períodos de receso, o tiempo libre en casa, reflexionaba sobre todo
               lo que pasaba en su vida en ese momento y el cambio radical que sucedió
               en ella al ser uno de los sobrevivientes del ataque recibido, situación
               que reafirmó su vocación al haber elegido a la medicina como propó-
               sito máximo de su existencia. Estaba convencido de que su presencia

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