Page 78 - Libro_Sars_Cov_2_Digital
P. 78

lo siente, eso surge en el corazón y el corazón de una madre es etéreo,
            inmarcesible con un hijo’’.

               Sus ojos brillaban, aniquiló los restos de incertidumbre, y en cuestión
            de segundos todo el futuro cercano se aclaró; en consecuencia, decidí
            quedarme en casa y ayudar a la familia en todos los aspectos posibles
            para minimizar sus  salidas. Y este es el momento más importante de
            sinceridad, y mamá cuando leas esto no te molestes por favor: Sé cuán
            importante fue para ti que me quede en casa, pese a que hubo noches en
            las que sentí que no hice lo correcto, más aún al palpar de cerca la lucha
            diaria de grandes amigos, que sucumbían ante el virus.
               El mes de marzo fue nefasto para Ecuador y principalmente para Gua-
            yaquil, con personas que morían en las calles, familias enteras buscando
            cadáveres, hospitales al borde del colapso, colegas y amigos en primera
            línea perdiendo la batalla. Es difícil explicar la impotencia que sentía
            ante todo esto. Al final yo era uno más, no iba a cambiar las cosas, pero
            la tristeza me invadía a diario, necesitaba sentirme importante para un
            niño, una madre, un padre, a quien me debo, los pacientes. Mi Ecuador
            era portada de diarios del mundo.
               Lo que resulta paradójico es que mientras los casos incrementaban el
            miedo se perdía. ¡Ojo! No hay que confundir resiliencia con poco o nulo
            raciocinio, mucho menos con acostumbrarse a la circunstancia o realidad.
            El ser humano es curioso, cree que puede manejar las cosas de manera
            sencilla a raíz del “no ha de pasar nada” cuando este enemigo no per-
            dona un segundo de descuido y procedo a ejemplificarlo a continuación.

               Un domingo a treinta y cinco kilómetros de mi ciudad, allegados pla-
            nearon una reunión, a la cual me opuse, pero decidieron no escuchar y
            así tres meses de confinamiento se esfumaron en cuestión de minutos.
            “Solo un desayuno, respetando el distanciamiento y usando mascarilla”
            dijeron y repitieron hasta la saciedad. Primer y único error, el exceso de
            confianza y ese es el gran problema: De veinte personas que asistieron,
            dieciséis se contagiaron y algunos de ellos con comorbilidades impor-
            tantes; entonces, lo que leía en los diarios ahora sucedía en mi familia
            en un abrir y cerrar de ojos. Tíos, primos, amigos que pensaron que era
            el momento propicio para visitarse. ¡Error! No era el momento, y hoy al
            escribir estas líneas –agosto 2020- tampoco lo es.

               Los días transcurrían en la angustia de que el teléfono suene para
            recibir noticias, sean alentadoras o de las que nadie quiere escuchar; es
            demasiado estrés, como digo, por la necedad de reunirse un momento,
            sumado al ensordecedor silencio de las noches y el lento transcurrir de
            los minutos. Esta rutina se repitió por tres semanas, en las que unos re-
            tornaban al hogar y otros se complicaban esperando con ansias una cama
            en cuidados intensivos. Las indicaciones que yo podía dar eran pocas,

              78                                      Regreso al Indice
   73   74   75   76   77   78   79   80   81   82   83