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Al igual que con un adulto, el tratamiento para esta patología es in-
            cierto, y en los recién nacidos es difícil distinguir entre una sepsis, un
            síndrome de dificultad respiratoria o el nuevo virus, ya que aún no está
            documentado si el contagio se da manera connatal, perinatal, o si ocurre
            horas después del nacimiento. Por lo tanto, la recepción de los bebés se
            ha convertido en un verdadero reto al momento de la revisión inicial,
            pero si hay algo que estos pequeños me han demostrado todos los días,
            es su enorme valentía, aun cuando la enfermedad por la que atraviesan
            es desconocida.
               Muchos recién nacidos fueron dados de alta estos meses desde nuestro
            servicio, sin novedades, con hisopado negativo. Incluso al estar asintomá-
            ticos, pudieron estar junto a sus madres en alojamiento conjunto, recibir
            lactancia materna con todas las medidas de bioseguridad por parte de
            todo el personal; es hermoso constatar cómo el lazo madre-recién nacido,
            se ha vuelto más importante en este tiempo donde el distanciamiento es
            una de las claves de esta misteriosa “nueva normalidad”.

               Pero sin duda, durante esta pandemia hubo una historia que llegó a mi
            corazón, con gran impacto, y es la que comparto de aquí en adelante, la
            misma que me llevó a reflexionar que mis pequeños pacientes: también
            extrañan.
               Era mayo, a dos meses de iniciada esta realidad, y en el servicio nos
            indicaron que en el transcurso de aquel día recibiríamos a un recién na-
            cido prematuro, sospechoso de Covid-19, derivado desde otra unidad de
            salud. En cuestión de horas llegó a la institución, muy pequeño él, refle-
            jándose en su expresión facial la molestia de la enfermad, cualquiera que
            tuviere en ese instante. Lo que llamó mi atención es que aparte de los
            médicos que lo trajeron, no había alguien que responda por él como ser
            humano, ningún familiar o alguien conocido; por ende me era imposible
            obtener información prenatal, y firmas de consentimiento para ingreso
            a la unidad y tampoco podía explicar a alguien los procedimientos que
            iremos realizando en el niño durante su estadía. El dolor me recorrió
            todo el cuerpo ante dicho escenario. Después supimos que toda su familia
            había dado positivo para esta nueva enfermedad y guardaban aislamiento
            domiciliario, mientras que sus padres, se encontraban hospitalizados en
            diferentes casas de salud, siendo crítico el caso de su madre.

               El pequeño no tenía el calor de su mamá, ni siquiera la conoció al
            nacer y sin posibilidad de acceso a ropa, pañales, artículos de aseo, dada
            la imposibilidad de sus familiares de asistir, así que lo acomodamos en
            el que sería su nuevo hogar: una incubadora y un cubículo solo para él.
            Estaba delicado y necesitaba recuperarse. Luego de una importante in-
            vestigación conseguimos el número de teléfono de su papá, quien estaba
            ansioso por conocerlo, pero aún no tenía el alta, entonces le informá-
            bamos a diario todo en relación al pequeño y lo resultados de algunos
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