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dentro de otra batalla que surgió: la desinformación y la avalancha de
comentarios, criterios, recomendaciones sobre el uso de elementos como
Dióxido de Cloro, Ivermectina, Azitromicina, Hidroxiqcloroquina, Corti-
coides, y demás. “Es que al tío del mejor amigo de otro amigo le sirvió”
es la frase que más se debe haber repetido; ponga Usted que lee esto, a las
personas que mejor se ajusten a dicha expresión.
Luego del camino recorrido, cuando parecía que la paz retornaba al
entorno familiar y a la espera de los resultados de nuevas pruebas que
arrojen resultado negativo para todos, la vida se encargó de cobrar el
precio de aquella reunión, y lo hizo de la manera más dura para que
jamás se nos olvide que esa fue una monumental equivocación ante el ya
mencionado exceso de confianza. El más pequeño de todos se complicó,
perdió la batalla y el mundo se vino abajo, resultando imposible describir
en estas líneas la mezcla de sensaciones que todos tuvimos: ira, descon-
suelo, frustración, desesperanza, vacío; peor aún, con la velocidad que la
despedida tomaría y su forma, dentro del pandémico escenario. En ese
instante, aquella frase de mi madre con la que me convenció para que-
darme, se hizo mucho más fuerte de lo que fue en su momento. ¡Cuánta
razón y sabiduría! Los meses han pasado y el corazón ha logrado com-
prender, aunque la herida demorará en cicatrizar.
Y no hay solución cercana en el mundo, menos en Latinoamérica,
así que la batalla seguirá y lo único que se puede hacer es seguir las
recomendaciones de desinfección e higiene constante para minimizar el
riesgo. Gracias colegas por su dedicación diaria, su inagotable lucha, el
tiempo se encargará de colocarlos en el lugar que se merecen. A los que
ya no están, infinitas gracias por su compromiso solemne al servicio de
la humanidad. La calma regresará, mientras tanto, seamos un solo puño,
unidos.

Gracias por ser mi brújula mamá.

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