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COVID TRAS LAS REJAS
Por: Md. Francisco Mena
Contaré en las siguientes líneas mi experiencia al frente de un dispen-
sario médico, dentro de un centro de personas privadas de libertad, en el
contexto de la emergencia sanitaria causada por la Covid-19.
Cursaba el año de medicina rural, el mismo que transcurría como en
cualquiera de los casos de todos quienes han elegido esta profesión. Un
día de ellos, la noticia que copó los titulares de prensa hacía referencia
a una nueva enfermedad originada en la lejana China. No me equivoco
al decir que acá, más allá de la sorpresa general, nadie puso reparo en lo
que podía suceder, dada la distancia. Sin embargo, llegó al Ecuador en
menor tiempo del esperado, y nos puso a correr, sin siquiera imaginar la
dimensión que tomaría después.
¡Y los casos se dispararon! Tras eventos conocidos en el ámbito na-
cional, la situación se tornó crítica y avanzó a todos los rincones del país
a la velocidad de la luz; por eso, no tardó en aparecer el primer caso en la
ciudad en la que me encontraba. A partir de ese momento nada volvió a
ser igual y la dinámica de atención del establecimiento de salud pasó de
ser presencial a la modalidad de visitas domiciliarias a pacientes sospe-
chosos o con casos confirmados, así como el área de atención a mujeres
embarazadas y grupos vulnerables se convirtió en cuartos de triaje a pa-
cientes respiratorios.
En el transcurrir de las semanas, el flujo de pacientes con sintoma-
tología respiratoria aumentó sin que logremos terminar de entender lo
que estaba sucediendo, cómo tratarlo, y demás consideraciones alrededor
del virus. Dentro de aquel escenario, sonaba en los pasillos del centro
de salud el rumor de que se necesitaba apoyo médico en un centro de
personas privadas de libertad; tampoco le pusimos mucha atención hasta
que los jefes llegaron con la disposición de que alguno de nosotros debía
cumplir con dicha labor, para lo cual solicitaron un voluntario para tal
efecto. Llenos de miedo ninguno se ofreció, entonces procedieron a sor-
tear y fui el ganador de tan particular concurso.
Mi primera vez, en dicho lugar fue un fin de semana. La noche ante-
rior, lleno de dudas, me alisté lo mejor que pude: ropa holgada, zapatos
sin pasadores, no objetos de valor, todo de acuerdo con el imaginario
colectivo y las normas establecidas en dichos centros; sin embargo, la
sorpresa fue grande dado que me recibieron con amabilidad y respeto; y,
un dispensario muy bien equipado.
El primer objetivo, fue establecer las medidas de bioseguridad nece-
sarias, dado que nadie usaba mascarilla o mantenía el distanciamiento
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