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social, para mitigar cualquier inconveniente que pudiera presentarse. Du-
rante los primeros días aparecieron esporádicos casos de infecciones res-
piratorias inespecíficas, pero conforme el devenir, la sintomatología fue
cambiando, con síntomas que pasaron de leves a fuertes, situación que
notifiqué a mi superior y a las autoridades del lugar; lo curioso es que,
frente a este notorio cambio, dados los recurrentes casos de infecciones
respiratorias, fiebre, entre otras complicaciones, mi superior me contestó
que todo aquello correspondía a síndrome de abstinencia, lo que por su-
puesto no me cuadraba. Es importante mencionar que él y yo éramos
los dos médicos del dispensario, siendo su presencia de lunes a viernes,
mientras que en mi caso correspondía de miércoles a domingo.
Vale mencionar que, además de las medidas implementadas, previa-
mente se había adaptado uno de los pabellones del centro para hospita-
lización, dentro de las posibilidades, para pacientes con sintomatología
respiratoria grave. Pregunté sobre la alternativa de derivarlos a unidades
de mayor complejidad, pero la intención era manejar los casos allí mismo,
situación que a la hora de la hora sería inmanejable y complicada; por lo
tanto, porque la vida está primero, hice caso omiso de aquella sugerencia
y a los casos más críticos los derivé, como dictan los procedimientos.
La lectura fue correcta, dado que la mayoría de ellos, ingresaron a
las Unidades de Cuidados Intensivos de diferentes hospitales ante los
cuadros que presentaban, y algunos lamentablemente fallecieron. Tal vez
se pudo ganar tiempo o hacer más, lo cual me pregunto hasta el sol de
hoy, pero actué conforme al juramento realizado al momento de elegir
esta profesión.
Esta experiencia me ha dejado varias lecciones, empezando por ver a
la vida de manera diferente, sin juzgar a los demás por sus condiciones o
características, y dar siempre el máximo esfuerzo, dentro del escenario en
el que tenga que desenvolverme, para salvar la mayor cantidad de vidas,
sin dudarlo.
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