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OPINIÓN






           LEY DE VIDA
           ¿Para qué sirven las leyes? En teoría sirven para juzgar los actos de las personas y dar a cada crimen su justo
           castigo. Veo necesario hacer un énfasis en el vocablo personas, y no creo que haga falta recalcar que persona es
           todo aquel ser perteneciente a la raza humana, independientemente de su raza, religión, sexualidad, ideas
           políticas, condición económica y sexo; pero en la práctica, ¿Esto se cumple? ¿Somos todos juzgados de la misma
           forma? ¿Somos todos iguales ante la ley?
           A cualquiera de nosotros le resultaría una locura que se le culpase más que a otro por hacer el mismo delito, es
           decir, ¿quién puede decidir si eres tú peor persona que otro y mereces siempre una torta de más? Todos estamos
           de acuerdo en que alguien que ha cometido varios crímenes en su vida debe recibir un castigo más severo (como
           ya ocurre), y para tener constancia de ello se crean expedientes que recogen sus peores fechorías. Sin embargo,
           hay personas en el mundo que son penados con mayor fuerza incluso sin haber roto un plato en su vida. ¿Podría
           ser que algunos ya nazcamos con el expediente a rebosar de nuestra anterior vida? ¿Pudiera ser que alguien nos
           diese esa carga añadida de responsabilidad por lo que pensamos, o incluso peor, por lo que somos?
           Hace unos días el pleno del Tribunal Supremo anunció a cambio en la interpretación de la ley de violencia de
           género, curioso cuanto menos, anunciada con titulares como el del El País: “Ya no hará falta probar la intención
           machista para que una agresión sea violencia de género”. Auténtico espanto nos hemos llevado muchos cuando
           se nos ha dicho (con una expresión que pretende transmitir alivio) que cualquier cosa, hasta la autodefendensa
           nos puede hacer tragar polvo en una celda. Según el Tribunal: “cualquier acto de violencia del hombre contra la
           mujer en el ámbito de la pareja será considerada violencia machista y penada por la ley de violencia de género
           con independencia de la intencionalidad o motivación”, esto incluye evidentemente los casos de agresión mutua.
           ¿Quién podría imaginar que puedes ser un machista sin ni quiera querer serlo? Tampoco tengo claro que sea
           necesario concretar este punto, a fin de cuentas las denuncias “twiteras” parecen ser el único juicio válido,
           puesto que allí todos los usuarios reciben su parabién nada más instalar la aplicación con un “todo lo que diga
           usted es correcto” escrito en letra pequeña.
           La ley de violencia de género creada en 2004 respondía a la imperante necesidad de apoyo hacia un sector de la
           población femenina que en nuestra sociedad es víctima del acoso callejero y el abuso sexual, así como de las
           agresiones de sus parejas; sin embargo me atrevo a preguntar: ¿Es realmente beneficiosa una ley que, aunque
           creada con toda la buena intención, culpe primero al sexo y luego el delito? ¿Tiene que cargar la generalidad de
           los hombres con ese estigma cuando hay una mujer de por medio solo por nacer con un genial masculino entre
           las piernas, solo porque otros humanos con los mismos genitales hayan sido unos desalmados? ¿Y si es cierto y no
           somos más que los villanos de esta obras como diría Gil de Biedma? ¿Podemos, hombres y mujeres, reducir toda
           nuestra vida solo a “buenos y malos”, sin mayor criterio que una estadística general?
           Puede que no dé muchas respuestas, pero creo que si doy lo importante: las preguntas. Todos deberíamos
           pararnos a pensar en estos temas tan urgentes en nuestra sociedad y hacernos estas y más preguntas, y lo más
           relevante, tratar de resolverlas en la medida de lo posible (no es exagerar decir que influyen directamente en
           nuestro día a día). No podemos dejar que nos bombardeen con información de cualquier calibre y la absorbamos
           toda como esponjas sin pensar siquiera de qué se está hablando. La curiosidad, la búsqueda de la verdad y la
           reclamación de aquello que veamos incorrecto nos ayudarán a entender el porqué de las cosas. Ahí veremos si
           teníamos razón o nos equivocábamos, pero lo importante es seguir haciéndose preguntas.
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           Jorge Menéndez Antón. 2º Bachillerato A



























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