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VIAJE A ITALIA
Cuarenta y ocho adolescentes juntos a cargo de tan sólo tres adultos durante una semana en un país como Italia puede
parecer la receta más explosiva conocida hasta la fecha. Pero en realidad no es más que la combinación exacta para formar
una familia, una amistad, un recuerdo que solo será parte de las memorias de aquellos que participaron en él.
Sábado, seis de abril. Nos faltó tiempo para saltar de la cama en cuanto oímos el despertador para coger nuestro equipaje e
irnos corriendo a la estación de autobuses. En nuestras caras se podía ver emoción, nervios y ganas. Ganas de emprender
ese viaje inolvidable que nos marcaría de una forma u otra a todos para siempre. En ese momento no lo sabíamos, o no nos
dábamos cuenta, pero cada compañero que veíamos a nuestro alrededor se iba a convertir en un amigo para toda la vida.
Los recuerdos empiezan ya en el aeropuerto Adolfo Suárez – Barajas. Digamos que eran sobre las doce de la mañana y,
como es lógico, cada uno se fue con su grupo de amigos. Pero al cabo de un rato, todos estábamos juntos, contando
historias y sin ser conscientes de ello, comenzando a ser el grupo que somos hoy en día.
Tres días en Roma. Preguntes a quien preguntes, todos te contestarán lo mismo: ``La primera noche fue un desfase´´. Y,
sin duda, lo fue. Alguna que otra ``embriaguez máxima´´ (o eso dicen), alguna ruta nocturna de la habitación cincuenta y
siete a la veintiuno, y algún compañero que decidió que tenía que comprobar el estado de las escaleras del edificio. Esa
noche el San Giusto dejó de ser un hotel y se convirtió en una casa del terror en la que debes ir con cuidado por los pasillos
ya que nunca sabes que te puedes encontrar a la vuelta de la esquina.
Nuestra primera excursión tuvo como destino Nápoles y Pompeya. Ambas ciudades llenas de historia, de arte, de
conocimiento. Puedo escribir un libro entero sobre las ciudades en sí, sobre todo lo que vimos. Pero estoy segura que todos
mis compañeros y yo destacamos lo mismo: Antonio, el guía, y los carteristas. Antonio nos hizo gracia desde el momento en
que lo vimos, pero la cosa mejoró cuando, liándose un cigarrillo, dijo la ya muy conocida frase para nosotros: ``Okay,
amigos españoles.´´ Desde ese instante repetimos la muletilla hasta la saciedad. Y en cuanto a los ladrones, si nos meten
en una sala y nos piden levantar la mano a todos aquellos que casi nos roban, sorprendería ver la cantidad de manos
levantadas.
Segundo día, segunda visita. Toca conocer El Vaticano y la Roma del Barroco. Hay diversas opiniones sobre El Vaticano. A mi
me pareció espectacular ya que mi obra favorita es el fresco pintado en la Capilla Sixtina, ``La Creación de Adán´´, de
Miguel Ángel, pero a otros no les impresionó tanto. La Roma barroca sí que gustó más por lo general. Nosotros, como
siempre, nos quedamos con los momentos que vivimos allí, como la risa que nos daba cuando uno de nosotros se daba la
vuelta tras sacarse la foto en la Fontana di Trevi y estaba empapado, la cena de 135€, los silbatos, las chicas que se
perdieron y acabaron en El Vaticano, o la interminable espera para poder irnos al hotel.
Conocemos la Roma de la Edad Antigua el tercer día de nuestra aventura. Aquí todos acabamos encantados la visita. Nos
sentimos auténticos romanos, gladiadores, por unas horas. Y con esa sensación termina nuestra experiencia en la capital
italiana.
Emprendemos otro interminable viaje en autobús para llegar a nuestros siguientes destinos, Pisa y Florencia. No hay
mucho que ver en Pisa, pero fue genial poder sacarse la tan famosa foto con la torre. En cuanto a Florencia, da igual a quién
preguntes, porque te va a decir que es su ciudad favorita. El hotel Basilea albergó cientos de historias, aquí sí que es
absolutamente imposible quedarse solo con una, hay demasiadas y todas igual de memorables. Fueron sin duda los dos
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mejores días del viaje, a pesar del mal tiempo.