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Dividió sus fuerzas en tres partes y se ocultó junto a la principal detrás de una colina.
                        Así dio comienzo la batalla de Nícopolis. Sus rivales, poseídos por un gran
                   entusiasmo se lanzaron al al ataque sin esperar órdenes de sus jefes. Arroyaron las
                    dos partes del ejército turco, pero cuando creían haber ganado y estaban débiles,
                   Bayaceto apareció de detrás de la colina con sus hombres, y arrasó a los soldados
                                                        cristianos.

                   Él mismo vivió la batalla con anticipación, sabiendo que la victoria ya estaba escrita.
                   Al final, mientras avanzaba hacia la ciudad que ya era suya, se sentía eufórico. Pero
                    no había contado con que un ejército mucho mayor que el suyo avanzaba hacia él
                    por Asia. Este era el de Tamerlan, también conocido como Timur el Cojo por haber
                    perdido una pierna en batalla. Era el rey de las tribus mongolas y tártaras y como
                    enemigo de los cristianos, se propuso invadir toda Europa. Tenía fama de ser muy
                          sanguinario, por levantar varias pirámides de más de 70.000 cabezas.

                      Tamerlán se presentó con 800 mil hombres, frente a Bayaceto que solo había
                   contado con 150 mil. Entonces comenzó la batalla de Ancira, en la que Bayaceto fue
                    devastado y su ejército, destruido. Luego le habían capturado, y metido en aquella
                    jaula infernal. Otra vez sentía el dolor, con el añadido de la dolencia psicológica de
                    sus heridas de batalla, ya curadas hace mucho. Al poco de ser capturado, se las
                  habían curado, además de alimentarle y darle vino. En todo el tiempo que llevaba allí,
                   no lo había pasado muy mal en ese sentido. Le alimentaban diariamente con comida
                  que no era horrible. Pero aun así, se sentía muy mal. Le dolía el corazón, y su cabeza
                   no paraba de pensar en sus mujeres y sus hijos, donde estarían, si estaban juntos o
                    incluso si estaban vivos. Dolor y humillación también le rondaban la cabeza todo el
                                            día. Sentía que iba a morir pronto.
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