Page 14 - URTICARIA REVISTA DIGITAL Nº 2 ENERO 2018
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                                                                   O T R O   M U N D O

                                                             EL APOSTOL DE LA BASURA





                                          Por Evangelina Soledad Dìaz





                                          Tec. Sup. en Trabajo Social




                    icen que la ilusión vale cuando la realidad la toma de la mano; o Tanto así que, en 1975 y tras ordenarse como sacerdote en la Basílica de
                    cuando un alma noble la eleva con las dos. Y así lo hizo el Padre  Luján, Pedro parte nuevamente a aquel remoto sitio del que ya no habría
             DPedro Opeka, misionero paúl argentino que, desde 1975, ex-            de volver.
             tiende sus palmas al servicio de miles y miles de desvelos; aunque resu-  El Padre Opeka sería entonces párroco de Vangaindrano, pueblo situado
             midos en un único anhelo: una vida mejor.                              en la costa sureste de la isla africana. ¡Aquí me quedo! dijo.
 Pagarán resarcitorios de hasta $1.065 por los cortes de  En Madagascar, allí donde la pobreza apremia y las distancias condenan  Fueron 15 años de labor en la parroquia, y aún fuera de ella. Es que al
 electricidad en febrero  al olvido, este gran Padre ha dado a luz a Akamasoa, una ciudad conce-  bueno de Pedro no se le cayeron los anillos a la hora de cultivar arroz
             bida para dar calor al frío, refugio a los desamparados, vivienda a los sin  como un campesino más.
             techo, saciedad a los hambrientos e ilusiones a los desvalidos.        Y allí estuvo la llave que le permitió llegar al corazón de los malgaches
                                                                                    (así llamados en alusión a su lengua malgache). Tan cerca del cielo como
                                                                                    de la tierra, Pedro supo ganarse la confianza de los pobladores estando
                                                                                    a la par de ellos; y recurriendo a un arma infalible, digna de todo argen-
                                                                                    tino: el fútbol.
                                                                                        ¡Si, la pelota no entiende de fronteras! Y la grandeza tampoco.
                                                                                    Esa que el padre aún destila. Por cierto, no muy lejos de allí. Antanana-
                                                                                    rivo, la capital isleña, fue el destino de Opeka allá por 1989.
                                                                                    ¿El motivo?
                                                                                    Ocuparse del seminario de los Páules. Aunque de palabras no iría sólo el
                                                                                    asunto…“Cuando llegué a Antananarivo, la capital, vi miles y miles de
                                                                                    personas que vivían de uno de los basurales más grandes del mundo.
                                                                                    Esa noche no dormí y le pedí a Dios que me de fuerzas para rescatarlos
                                                                                    de ahí”. La miseria de centenares de familias se impregnó en la retina
                                                                                    de Pedro quien supo que para modificar aquella lastimosa postal no que-
                                                                                    daba otra que presentar batalla a tan cruenta realidad. Y serían las vic-
                                                                                    torias del día a día aquellas que lo consagraran como el “Soldado de
                                                                                    Dios”.
                                                                                    ¡Manos a la obra! Gritó.
                                                                                    Un hogar para niños de 16 metros cuadrados a la vera de un basural de
                                                                                    20 hectáreas fue la primera iniciativa.
                                                                                    ¿Apenas una gota de agua en el desierto?
             Sí, tanto así. Sólo con dos manos y mucho, pero mucho corazón.
                                                                                    Tal vez. Sólo que luego serían dos, y después tres, y muchas más. Todas
                                                                                    ellas, capaces de saciar algo de sed.
             ¿Quién iba a decir que por aquellas latitudes habría de desembarcar don  Así fue como al hogar le siguieron las primeras viviendas, construidas en
             Pedro cuando, allá por 1948, asomaba al mundo en la bonaerense loca-   un pequeño terreno de dos hectáreas que cediera el Municipio. Para ello
             lidad de San Martín? Al menos, había algo que sí parecía signado en su  contó con la colaboración de un grupito de voluntarios de su vieja parro-
             destino: el sacrificio. Moneda corriente en la vida de sus padres eslove-  quia…y con sus dotes de albañilería, claro.
             nos; quienes, con trabajo y esfuerzo mediante, lograban llevar adelante  La pequeña ciudad de Manantenasoa (colina del coraje en lengua ma-
             a la numerosísima familia. Es que, criar y alimentar a ocho hijos no es  lanche) asomaba al mundo y, poco a poco, vio como sus casas de madera
             tarea sencilla; por lo que, aún siendo un niño, Pedro colaboraba con las  comenzaron a vestirse de ladrillos.                  ...  Continùa en pagina 15
             labores de su padre albañil. Oficio que él mismo desarrollaría con total
             soltura durante su juventud.
             Así es como, en la localidad de Junín de los Andes, y a poco de alcanzar
             los 17 años, este buen alumno logra construir su primera casa. Esa que
             habría de destinar a una humilde familia de Mapuches.
             En el corazón de Pedro comenzaba, entonces, a encenderse la mecha de
             la misericordia y la solidaridad. Siempre bien alimentada por la fe que
             supieron transmitirle sus padres, aquella llama interior lo llevaría por un
             camino sin retorno.
             Aquel “niño de Perón” que a los 22 años, y luego de haber estudiado Te-
             ología Y Filosofía en Europa, la Congregación de San Vicente de Paúl le
             ofrece realizar una experiencia como novicio en un lugar del mundo tan
             recóndito como olvidado: Madagascar.
             Tres años que habrían de calar hondo en la vida de este compatriota.
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