Page 83 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker
asustar niños y mujeres. No son más que palabras, eso y todos
esos espantos, señales y advertencias que fueron inventados
por curas y personas malintencionadas y por los reclutadores de
los ferrocarriles, para asustar a un pobre tipo y para hacer que la
gente haga algo que de otra manera no haría. Me enfurece pen
sar en ello. ¿Por qué son ellos quienes, no contentos con impri
mir mentiras sobre el papel y predicarlas desde los púlpitos,
quieren grabarlas hasta en las tumbas? Miren a su alrededor
como deseen y verán que todas esas lápidas que levantan sus
cabezas tanto como su orgullo se lo permite, están inclinadas...,
sencillamente cayendo bajo el peso de las mentiras escritas en
ellas. Los "Aquí yacen los restos" o "A la memoria sagrada" es
tán escritos sobre ellas y, no obstante, ni siquiera en la mitad de
ellas hay cuerpo alguno; a nadie le ha importado un comino sus
memorias y mucho menos las han santificado. ¡Todo es mentira,
sólo mentiras de un tipo o de otro! ¡Santo Dios! Pero el gran
repudio vendrá en el Día del Juicio Final, cuando todos salgan
con sus mortajas, todos unidos tratando de arrastrar con ellos
sus lápidas para probar lo buenos que fueron; algunos de ellos
temblando, cayendo con sus manos adormecidas y resbalosas
por haber yacido en el mar, a tal punto que ni siquiera podrán
mantenerse unidos.
Por el aire satisfecho del anciano y por la forma en que
miraba a su alrededor en busca de apoyo a sus palabras, pude
observar que estaba alardeando, de manera que dije algo que le
hiciera continuar.
—¡Oh, señor Swales, no puede hablar en serio! Cierta
mente todas las lápidas no pueden estar mal.
—¡Pamplinas! Puede que escasamente haya algunas
que no estén mal, excepto en las que se pone demasiado bien a
la gente; porque existen personas que piensan que un recipiente
de bálsamo podría ser como el mar, si tan sólo fuera suyo. Todo
eso no son sino mentiras. Escuche, usted vino aquí como una
extraña y vio este atrio de iglesia.
Yo asentí porque creí que lo mejor sería hacer eso. Sa
bía que algo tenía que ver con el templo. El hombre continuó:
—Y a usted le consta que todas esas lápidas pertenecen
a personas que han sido sepultadas aquí, ¿no es verdad?
Volví a asentir.
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