Page 116 - Guía Metodológica Vocacional XXIII
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TEMA N° 6:
“LA VOCACIÓN DEL DISCÍPULO MISIONERO”
La condición del discípulo brota de Jesucristo como de su
fuente, por la fe y el bautismo, y crece en la Iglesia, comunidad donde
todos sus miembros adquieren igual dignidad y participan de
diversos ministerios y carismas. De este modo, se realiza en la Iglesia
la forma propia y específica de vivir la santidad bautismal al servicio
del Reino de Dios (DA, 184). En el fiel cumplimiento de su vocación
bautismal, el discípulo ha de tener en cuenta los desafíos que el
mundo de hoy le presenta a la Iglesia de Jesús (DA, 185).
El término “vocación” es polisémico y nos puede llevar a
equívocos. En general, se identifica fácilmente esta palabra con
inclinación o aptitud, siempre vinculada con el gusto personal. No
podemos negar que estos elementos están presentes en la experiencia
vocacional, pero sería un reduccionismo si solo asociamos la
vocación a esos elementos.
En realidad, la palabra vocación deriva del verbo latino
vocare, que significa simplemente llamar. El sustantivo de ese verbo
llamar es vocactione, quiere decir, llamado,
llamada, apelo.
A partir de esta aproximación del
origen de la palabra podemos ver que lo
que aparece, en primer lugar, es el acto de
llamar y nos remite a alguien que llama.
La inclinación, la aptitud y el gusto
están presentes en un segundo momento. El
fenómeno de la vocación, en el sentido
auténtico, exige la relación de dos
componentes: uno de orden sobrenatural,
Dios, autor de la llamada, sujeto activo; y
otro de orden natural, el hombre, término de la misma y llamado a
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