Page 111 - Guía Metodológica Vocacional XXIII
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TEMA N° 4:


                               “APERTURA AL MISTERIO”


                 Para  que  el  joven  pueda  descubrir  su  propia  vocación  es
          necesario que aprenda a leer las señales que Dios le da en las diversas
          situaciones  de vida.  Estas  señales  son  el  resultado  de  encuentros
          personales,   comunitarios   y   sociales   significativos   y   del
          descubrimiento  progresivo  de  las  propias  capacidades,  actitudes  y
          valores  que  se  encajan  en  la  elaboración  del  proyecto  de  vida
          personal.


                 Es necesario que las diferentes vocaciones eclesiales (laicales,
          consagradas  y  sacerdotales)  sean  honestamente  presentadas  a  los
          jóvenes,  sin  caer  en  la  tentación  de  manipular  una  respuesta  ni  de
          precipitar  la  decisión  personal.  Las  actitudes  fundamentales  que
          ayudan  en  el  discernimiento  básicamente  son  dos:  la  apertura  al
          misterio y la inserción en una comunidad eclesial.


                 En este tema se trabajará la apertura al misterio que lleva a
          la persona a escuchar la voz de Dios. El silencio delante de Dios es
          una  exigencia  fundamental  para  discernir  en  la  fe  y  abandonarse
          confiadamente en Dios a través de la oración, de la escucha y de la
          súplica confiada. Sólo en esta actitud de fe es posible un proceso de
          conversión profunda, transformando el corazón del joven, sus valores
          y sus referencias de vida. Un encuentro personal, vivo y auténtico con
          Cristo es condición indispensable para descubrir la vocación personal
          y realizarla. El documento de Aparecida lo afirma con claridad:

                 El acontecimiento de Cristo es, por lo tanto, el inicio de ese
          sujeto nuevo que surge en la historia y al que llamamos discípulo: No
          se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea,
          sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que
          da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva.
          Esto  es  justamente  lo  que,  con  presentaciones  diferentes,  nos  han
          conservado    todos   los   evangelios    como    el   inicio   del

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