Page 124 - Guía Metodológica Vocacional XXIII
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2. Decisión rápida y arriesgada.
Una persona puede sentirse desafiada por una situación cargada de
riesgo, que necesita resolver. Delante de un proyecto de vida exigente
no llega a pensar mucho, reacciona al desafío con una respuesta
rápida, inmediata. Corre el peligro de improvisación, de confianza
exagerada en las propias capacidades de intuición, sin evaluar bien las
motivaciones y circunstancias de las decisiones. En seguida pueden
presentarse muchos problemas imprevistos y para los cuales no estaba
preparado. Tenemos que dudar y alertar en casos de decisiones
radicales hechas de forma inmediata, fruto de un fervor de conversión
que todavía no ha enfrentado las dificultades del camino de la fe.
3. Decisión calculada.
Muchas veces la persona llamada a tomar una decisión definitiva,
siente necesidad de evaluar con cuidado los aspectos positivos y
negativos, los riesgos y las soluciones posibles. Recoger
informaciones, evaluar con cautela el peso de las motivaciones y
visualizar los “pros” y “contras”. Estos son pasos necesarios para
llegar a una decisión. Debería ser este el método normal para decidir.
El “discernimiento ignaciano” es un ejemplo clásico de esto.
4. Decisión creciente.
La decisión puede ser tomada por etapas, poco a poco, colocando la
confianza en el Señor por el cultivo de la vida de oración. Es el caso
más frecuente en el campo vocacional. El joven recorre un camino
progresivo de comprensión del propio plan de vida y de la decisión.
El candidato va gradualmente dándose cuenta de lo que tiene que
hacer y lo va concretizando. En la decisión calculada el punto de
llegada es visto claramente desde el inicio y se busca la mejor manera
o camino para realizarlo. Pero en la decisión creciente no está claro
desde el inicio el punto de llegada, o cuál es el proyecto
verdaderamente, ni la manera de realizarlo, hasta que no se llega a
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