Page 46 - Guía Metodológica Vocacional XXIII
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Pienso que en la vida de cada consagrado, de cada sacerdote, hay una
          historia  personal  con  Dios  que  nunca  debemos  dejar  en  el  olvido.
          Necesitamos  hacer  memoria  continua  de  lo que  Dios  ha  hecho  por
          nosotros, de dónde nos ha sacado, cuántas cosas nos ha perdonado y
          de qué maneras nos ha demostrado su fiel amor paternal.

                      “Hacia una cultura vocacional”

                 ¿Cómo generar una cultura vocacional en la Iglesia?

                 A mi entender, a la par de la galopante crisis vocacional que
          se percibe en los seminarios, comunidades religiosas y, en general, en
          las  casas  de  formación,  se  hace  patente  una  cada  vez  más  frágil
          imagen de la vida consagrada. Y ello, lejos de animar a los/as jóvenes
          a considerar la consagración a Dios, los desanima enormemente, pues
          no  se  les  ofrece  algo  “sólido”  ni  estable.  Sin  necesidad  de  caer  en
          extremos  rigoristas  ni  tradicionalistas,  creo  que  nos  está  faltando
          fortalecer urgentemente nuestros cimientos, nuestras convicciones y
          nuestros  compromisos.  Tengo  la  impresión  de  que  en  nuestro  trato
          común  cada  vez  menos  hablamos  acerca  de  Jesús,  y  lo  hemos
          reemplazado  por  personas,  coyunturas,  procesos  y  demás  tópicos  a
          los que, a la larga, no podemos deberles nuestro llamado. Pienso que
          nos urge volver a llenarnos de Jesucristo, para poder dar a Jesucristo.

                           “Dios habla al corazón”

                         ¿Qué mensaje les daría a los jóvenes
                         que están discerniendo su vocación?


                 El mundo necesita a Jesucristo; lo necesita a gritos. Hay que
          darlo con generosidad y alegría. No debemos tener miedo, ni mucho
          menos,  vergüenza…  Si  Jesús  nos  llama  a  la  vida  sacerdotal  o
          religiosa,  Él  tiene  el  poder  de  colmar  con  creces  todas  nuestras
          expectativas de felicidad y de autorrealización, así como de darle un
          sentido pleno a nuestras vidas. Ser de Él, ser totalmente de Él, es lo
          mejor y más bello que nos puede suceder.





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