Page 14 - Ebook | Amanda la niña traviesa | 2020 Editorial HL
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Editorial HL | Literatura Moderna


                  En este capítulo, antes de seguir con la historia de amor de Amanda con Hank; haré una
                  pausa y te contaré un poco sobre mi hija desde su nacimiento.

                  Amanda... la niña traviesa, en su mejor época fue hermosa, a pesar de su edad.
                  Y  no  era  para  menos,  pues  su  madre  era  una  leona  de  piel  súper  blanca,  pómulos
                  torneados,  nalgas  firmes,  carácter  amable,  de  temperamento  caliente,  mirada  benévola,
                  cabello quebrado y ojos cafés, tobillos rosados, exigente todo el tiempo.

                  La había conocido durante una peregrinación 18 años antes del nacimiento de Amanda.
                  Se llamaba Mayle.

                  Y aunque ella no era una vampira como nuestra hija, yo sí lo era.
                  Pues como muchos ya lo saben por otros libros, yo soy el rey vampiro.

                  Así que Amanda nació vampira.

                  El plan original era desaparecerla al nacer, muy probablemente entregarla a unas brujas
                  que ellas solas sabrían que hacer con ella, ósea si criarla o matarla.

                  Pero su madre se adelantó, no resistió durante el parto y falleció. Al final...
                  Decidí conservarla... nuestra hija, en recuerdo de su mamá, aquella que tanto adore.

                  Así, una mañana, llegó Amanda al mundo siendo una condenada, pues deben saber ahora
                  el secreto mis amigos. Verán, en tiempos antiguos yo había escuchado de la viva voz de
                  otras brujas y otros seres de confianza, testimonios que revelan que los hijos de humanos
                  con vampiros no crecen físicamente más de los 15 años.

                  Les dicen ángeles caídos.
                  Ese es su error. Razón de su tormento...
                  Quizá, algunos espíritus dirían que es solo un premio.
                  El ser vampiro, aunque fuese solo por un momento.

                  En fin. Una vez que enterramos a la madre de Amanda, decidí emigrar con mi bebé a la
                  gran Ciudad en donde viviría la vida de un hombre normal en una casa normal. Tal como
                  quería experimentar desde hacía más de seiscientos años.

                  Gastando  un poco  de mi fortuna  me  moví  para obtener un hogar casual, moderno, con
                  comodidades casuales para criar una niña normal, al menos, mientras ella crecía y hacía de
                  su voluntad. Mientras yo la criaría y sería su amigo. En el fondo tenía la esperanza de un
                  milagro.

                  Así  que  le  enseñe  como  cualquier  niña  humana,  le  enseñe  artes  mágicas,  ciencias  y
                  experiencias,  excepto  el secreto  de  sus  límites físicos,  yo  no  se  lo  dije.  Y  es  que  no  me
                  constaba del todo la veracidad del mito sobre su edad, pues ella crecía y como dije  yo
                  tenía fe en que Amanda siguiera envejeciendo al menos hasta una edad madura suficiente
                  para enfrentar y disfrutar el mundo con todas sus formas.

                  Recuerdo que durante nuestras conversaciones ella hablaba de sus planes para el futuro y
                  a lo que se quería dedicar. Con tanta seguridad hablaba mirando hacia arriba que yo no me
                  atreví a desilusionarla jamás, pues su corazón humano y sentía como una niña todavía.

                  Apenas tenía 8 años y la pobre ya veía fantasmas... se asustaba, les temía y se negaba a
                  verlos tapándose los ojos mientras me abrazaba. Pero ese era su don.





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