Page 490 - Marketing Farmaceútico | Gregorio Zidar
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EL URÓLOGO Y LA DISFUNCIÓN ERÉCTIL
Mitos y pruritos
La urología (del griego οὖρον - oûron, “orina” y -λογία, -logia “estudio de”) es la especialidad médico-quirúrgica que se ocupa del estudio, diagnóstico y trata- miento de las patologías que afectan al aparato urinario, glándulas suprarrenales y retroperitoneo de ambos sexos. Por lo tanto, es hora de echar por tierra un mito impregnado en el imaginario popular: el urólogo también atiende mujeres.
No obstante, cuando dijimos que era una especialidad de género, nos refería- mos a una de las finalidades más importantes de esta profesión: la andrología, esto es, el tratamiento del aparato reproductor masculino. Esto incluye los tras- tornos de erección, la infertilidad y otras afecciones sexuales del varón.
Se considera al español Francisco Díaz (1527-1590) como el autor del primer tratado de esta especialidad. Esta eminencia es reconocida internacionalmente como el “padre de la urología universal”.
Al igual que en ginecología, existen muchos pruritos en el hombre a la hora de visitar al especialista. Tal es así que años atrás, en la consulta, los problemas sexuales aparecían como resultado de otras enfermedades urológicas, como los problemas de próstata. Dado que las soluciones para estas afecciones no existían, y que los métodos de diagnóstico eran muy rudimentarios, únicamente se podía actuar sobre las causas que producían las disfunciones sexuales. Por ejemplo, modificar hábitos como el tabaquismo, alcohol, estrés, sobrepeso, co- lesterol, o bien cambiar prescripciones médicas que podían tener una incidencia sobre dichas disfunciones (como algunos antihipertensivos, medicamentos para la úlcera gástrica y especialmente antidepresivos).
En 1999, Schering lanzó al mercado Mirena, el primer endoceptivo que
consiste en un dispositivo intrauterino colocado en el útero de la mujer, el cual libera bajas dosis de progestina levonorgestrel en forma constante. La publicidad del laboratorio apuntó a su comodidad de uso (duración de 5 años), que a su vez conlleva a una mejor adherencia al tratamiento. No es lo mismo olvidar el consumo de un antiinflamotorio que el de un antiepiléptico. Aquí ocurre lo mismo: el olvido de la ingesta diaria de las píldoras anticonceptivas puede acarrear un embarazo no deseado.
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