Page 491 - Marketing Farmaceútico | Gregorio Zidar
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La mayoría de las veces el urólogo tenía solo dos posibilidades: la prescripción de medicamentos placebos y la derivación al psicólogo. Llegaba un punto en que el propio paciente se daba en general por vencido, asumiendo estas pa- tologías como propias de la edad o de su personalidad, “tirando la toalla”, y renunciando definitivamente al placer sexual (a veces en la plenitud de su vida).
¡Hasta que un día llegó el Viagra!
Pasaron los años, la ciencia avanzó y se fueron descubriendo los mecanismos intrínsecos de la erección (anatómicos, fisiológicos, bioquímicos, moleculares, hormonales); se perfeccionaron los métodos diagnósticos y se pudo comenzar a dar alguna solución al individuo con esta afección. Gracias a estos adelantos, se pudo diferenciar estrictamente lo que era psicológico de lo orgánico y se produjo un cambio en la visión y abordaje de la disfunción sexual.
Los primeros tratamientos consistían en inyecciones intracavernosas y trata- mientos hormonales, que a su vez servían como apoyo a la terapia sexológica. Además, se estudió y trató una nueva entidad, un mecanismo común a todos: “la angustia del desempeño”, interpretado como la ansiedad y el miedo al fracaso. Todos estos avances produjeron un incremento en la consulta sobre disfunción sexual, constituyéndose ahora sí el urólogo en el especialista en este campo. Además, y por lo señalado anteriormente, el tratamiento de estos pacientes fue multidisciplinario, monitoreado muchas veces por el urólogo, y contribuyendo con éste, el sexólogo, el psiquiatra, el cardiólogo o el clínico.
Y un día, el 27 de marzo de 1998, llegó el Viagra (de manera absolutamente casual, pero reforzando años de investigaciones). La irrupción fenomenal de este pro- ducto tuvo una doble contribución: la ayuda farmacológica, pero más importante aún, la naturalización de la disfunción eréctil. La “pastilla azul” rompió tabúes, quebró barreras y revolucionó la sexualidad.
El papel de la mujer
Un factor de apoyo decisivo para el hombre, ante sus problemas sexuales, fue su pareja. La mujer comenzó a tener un rol preponderante y animó a su compañero para que realizara la consulta, tantas veces postergada por miedo o vergüenza.
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