Page 319 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
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d)  Ciclo del helenismo

           Coincidiendo con la conquista y sucesiva pacificación de Italia por los romanos,
        algunas ciudades etruscas —nuevamente Tarquinia, Caere y Vulci— conocieron un
        notable impulso pictórico que venía a ser suma de los planteamientos artísticos del
        helenismo, de Roma y también de los pueblos itálicos.
           Se imitaron y asimilaron modelos clásicos tanto en lo referente a la composición
        de las escenas como en el tratamiento de los tipos aislados —de hecho, verdaderos
        retratos—, adaptándose los artistas, además, a los progresos técnicos. Sin embargo, la
        decoración funeraria de los hipogeos destinados a servir de tumba a varias generacio­
        nes de una misma familia fue decadente y de bajo nivel plástico. El tema dominan­
        te se centró en la suerte del hombre en el Más Allá, como puede verse en la  Tomba
        Frangois de Vulci —de la que nos ocupamos en páginas anteriores—, cuyas pinturas,
        del siglo ni a.C., rompían con todas las tradiciones de tiempos pasados al evocar he­
        chos históricos con personajes de la leyenda homérica y etrusca y miembros de la fa­
        milia Saties, la titular del sepulcro.
           Uno de ellos,  Vel Saties, que, coronado de laurel y vestido con la togapicta de to­
        nos violáceos, se dispone, puesto en pie, a interpretar el vuelo de un ave, constituye
        uno de los primeros y más acabados retratos del arte etrusco. La presencia de la dio­
        sa  Vanth, de alas desplegadas, y del demonio  Charu(n), de azuladas carnes y armado
        con martillo (demonio que también sería figurado doblemente en la Tomba Quemó­
        la II), contribuyen a acentuar la tensión dramática de estas pinturas, hoy en Roma.
           Si estas pinturas vulcenses son de un gran significado histórico por testimoniar
        un hecho ignorado por las fuentes escritas, para la religión etrusca tardía lo son las
        pinturas que adornaron un día —hoy están perdidas— la Tomba del Cardinale de Tar­
        quinia. Las mismas, que serían publicadas por J. Byres en  1842, permiten adentrarse
        en el ambiente del alma que viaja al Más Allá, en un contexto de escenas de luchas
        gladiatorias y presencia de caballos, genios alados y demonios, todo ello teñido de in­
        fluencias órfico-pitagóricas.
           De finales del siglo π a.C. es la Tomba del Tifone, también de Tarquinia, propiedad
        que fue de la familia Pumpu. Su pared derecha, si bien en mal estado de conservación,
        aparece decorada con algunos miembros de tal linaje que son conducidos al Más Allá
        por demonios monstruosos. Los personajes se hallan togados y dispuestos en diferen­
        tes planos con perfiles que se superponen y líneas de vestidos que se confunden, todo
        ello muy próximo a algunos bajorrelieves romanos. Su pilastra central recoge a dos gi­
        gantes alados con pies anguiformes (Tifones) que sostienen la comisa, y a una figura fe­
        menina de líneas estilizadas. Según M. Pallottino, esta tumba constituye un «documen­
        to precioso porque marca el paso entre la tradición pictórica etrusca y el arte romano».


        Placas Boccaneray Campana

           Además de las pinturas de las tumbas antes enumeradas, numerosas placas de te­
        rracota, imitando  el género de los pinakes leleueomenoi o  «placas  blanqueadas»,  que,
        dispuestas  de modo  agrupado, formaban un friso,  al igual que  algunos  sarcófagos,
        también fueron realzadas con motivos pictóricos de alto interés técnico y temático.


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