Page 33 - ¿Y si quedamos como amigos-_Neat
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—Oh —me sentí un bobo por haberme puesto paranoico—. Pensaba ir a comer algo
y al cine. ¿Te parece aburrido?
—A mí me parece bien. Por aquí no hay muchas más opciones.
—Ya, en casa tampoco.
Advertí que Macallan se crispaba. Estuve a punto de preguntarle si había hecho algo
que le molestara, pero ya llegábamos a nuestro destino.
—¡Mira!
Señalé la marquesina del restaurante Culver’s.
Abrió los ojos como platos.
—¡Sí! ¡La crema de pastel de queso es mi favorita! Ya lo sabías, ¿verdad?
—Claro. Cuando pasé por aquí y vi que era el sabor del día, decidí traerte. Invito yo.
Cuando entramos en el restaurante y nos formamos en la cola, Macallan sonreía.
—Bueno, si tú invitas, pediré cuatro raciones.
—Lo suponía. Yo pediré una hamburguesa doble. Tengo que engordar un poco —me
di unas palmaditas en la barriga. Quería inscribirme a algún deporte cuando fuera a la
secundaria, pero seguía siendo el alumno más delgado del salón—. Creía que, entre lo
bien que cocinas y todas las frituras que se comen en esta ciudad, habría ganado unos
kilos a estas alturas, pero no.
—Vaya problema —negó con la cabeza—. Será mejor que no le comentes a Emily lo
mucho que te cuesta engordar. Tiene buen cuerpo, pero eso no significa que esté
contenta con él.
—Qué absurdo. Nunca he entendido por qué las chicas están, o sea, tan obsesionadas
con el peso. Emily está… mm… —en momentos así, el hecho de que tu mejor amiga
sea una chica te pone en apuros. No podía decir “enferma” como les habría dicho a mis
amigos de casa—. No está gorda. Ni mucho menos. Ni tú tampoco. Las dos están…
este… o sea… muy… bien.
Macallan se cruzó de brazos. Decidí que sería mejor cerrar la boca. Sabía que el
tema la incomodaba. Macallan había engordado un poco últimamente, aunque sólo
por… bueno… ciertas partes del cuerpo. Me había fijado en que las playeras le
apretaban más que antes.
Soy un chico, luego soy humano.
Muy, muy humano.
Sacudí la cabeza para alejar de mi mente la imagen de Macallan con su suéter lila de
cuello en V. Gracias a Dios, nos tocaba ordenar. Cuando nos sirvieron, buscamos una
mesa.
—Bueno, ¿algún otro tema de conversación que deba evitar el viernes? —pregunté
mientras Macallan se abalanzaba sobre su crema de vainilla con caramelo, chocolate y
nueces pecanas.
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