Page 52 - ¿Y si quedamos como amigos?
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             —Oh.
             Debían de haber pasado por el comedor cuando estábamos en la cocina.
             Nos  pusimos  a  ver Se  busca  novio.  De  vez  en  cuando,  hacíamos  algún  que  otro
          comentario sobre la ropa y los peinados de los personajes.

             —Recuérdame que te enseñe alguna foto de mi mamá —se rio Danielle—. Llevaba
          el pelo superchino y como parado por la parte del fleco. Jura que ese peinado estaba de
          moda en su época, pero no sé en qué planeta. A mí me parece vulgar, ahora y en los
          ochenta.

             —Al menos la música era decente —intercedió Ian.
             —Sí —asentí mientras sacaba la película del reproductor. Eché un vistazo al reloj
          —. ¡Quince minutos para las doce!
             Encendimos la tele para ver cómo bajaba la bola de Times Square. Sólo hacía dos

          años que me había enterado de que retrasaban una hora la transmisión para las zonas
          horarias del centro. Hasta entonces, pensaba que dejaban caer la bola cuatro veces, una
          por cada zona horaria. Me parecía la bomba que en Nueva York se celebrara el fin de
          año cuatro veces.

             —Ya, en serio, ¿dónde están Emily y Troy? —preguntó Danielle.
             Casi me había olvidado de ellos.
             —Se habrán quedado platicando con los adultos. Voy a rescatarlos.
             Miré en la planta superior, pero no los encontré en la cocina ni en la sala. Entré al

          cuarto de baño y no estaban allí. Cuando subí al primer piso, encontré cerrada la puerta
          de mi recámara.
             No se me ocurrió que tuviera que llamar. ¿Por qué iba a llamar a mi propia puerta?
             —Eh…, em, ¿están…?

             Me quedé helada.
             Emily y Troy se estaban besando en mi cama.
             Se levantaron de golpe.
             —Oh, este…, estábamos, este…

             Emily  se  mordió  el  labio,  seguramente  discurriendo  a  toda  prisa  una  mentira
          convincente. Y yo estaba deseando oír algo que me persuadiera de que no acababa de
          ver a mi mejor amiga engañando a mi otro mejor amigo.
             Troy pronunció la frase más inteligente que se le ocurrió dadas las circunstancias.

             —Voy abajo.
             Cuando se marchó,  Emily y yo guardamos silencio.  Sólo se oían las voces de los
          adultos, que se reían ajenos al drama.
             Mi amiga habló por fin.

             —Ya lo sé.
             —¿Ya lo sabes?


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