Page 57 - ¿Y si quedamos como amigos?
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CAPÍTULO SEIS
Prácticamente salí corriendo del avión en cuanto aterrizamos en Milwaukee.
Fue muy raro. Me había pasado los últimos dieciocho meses soñando con ir a
California, pero en cuanto llegué, empecé a extrañar todo lo que había dejado en
Wisconsin. Fue genial volver a ver a mis cuates, ya lo creo que sí, pero echaba de
menos a mis chicas: Macallan y Emily. Supongo que muchos tipos dirían que era un
aprovechado por jugar a dos bandas, pero es que para mí significaban cosas
completamente distintas.
Macallan era algo así como mi mitad buena. El yin de mi yang. Ejem, eso suena más
pervertido de lo que pretendía.
Y Emily era una novia alucinante. Irradiaba energía positiva. Saltaba a la vista que le
encantaba estar conmigo. ¿Qué chavo no querría algo así?
Ahora bien, debo confesar algo. Le mentí a Emily sobre el viaje. Le dije que no
volvería hasta el sábado por la noche, pero llegué por la tarde. Lo hice porque quería
ver primero a Macallan. Sabía que Emily querría quedar conmigo en cuanto llegara,
pero aún no le había dado a mi amiga su regalo.
Tenía una estúpida sonrisa pegada al rostro cuando llamé al timbre de casa de los
Dietz.
—¡Eh!
Abracé a Macallan con fuerza en cuanto la vi.
—¡Hola a ti también! —se rio cuando la solté—. ¿Qué tal el choque cultural?
Entré en el recibidor y empecé a quitarme capas y más capas de ropa.
—El verdadero choque fue el azote del frío al bajar del avión. Pasé Año Nuevo en
chanclas.
Una sombra cruzó el semblante de Macallan.
—¿Pasa algo?
Ella sacudió la cabeza con energía.
—No, para nada. Es que, este, me cuesta imaginar una Navidad soleada. Mi mamá
siempre se enojaba si no nevaba en Navidad.
Eso aclaraba la extraña expresión de Macallan. Sabía que a su mamá le encantaba la
Navidad, así que debía de extrañarla más que nunca en estas fechas. Lo cual también
explicaba el desorden que reinaba en la cocina. Había ollas y sartenes por todas partes.
Macallan cocinaba mucho cuando algo la preocupaba. O cuando necesitaba distraerse.
Y como estábamos en vacaciones, no tenía tarea para llenar el vacío.
Le froté el brazo, pensando que ese gesto de afecto sería el mejor modo de
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