Page 121 - El libro de San Cipriano : libro completo de verdadera magia, o sea, tesoro del hechicero
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puás descosiéndose la parte del colchón que queda entre el marido
y la mujer, se introduce el dicho envoltorio; de modo que no inco-
mode cuando se acueste el matrimonio.
Hecho esto, la mujer procurará tomarse muy amable y con-
descendiente, concordando en todo con la voluntad del marido.
Procurará no reír cuando el marido esté triste, y le prometerá ayu-
darle, y consolarle cuando por acaso la suerte le fuere adversa,
fingiendo resignarse si cree que su esposo tiene una querida.
Por la noche, al acostarse, y por la mañana al levantarse, le
dará un vaso de leche con un huevo batido, adúcar, canela y clavo.
En el caso de que la leche no fuera del agrado de su esposo. le
preparará un vaso de buen vino con los ingredientes indicados.
Se despojará ella de toda la ropa que le s^a posible, cuando
duerma con él, acercando mucho su cuerpo al de su marido para
trasmitirle su calor y su sudor.
Siempre que entre de la calle su esposo, le tendrá preparada
alguna golosina, demostrando que no deja de pensar en él. Des-
pués le dará un beso, o muchos, en la boca.
Si él fuese grosero o áspero, no le contraríe nunca; si fuese
dócil, aunque inconstante, muéstrese ella siempre superior a él en
los sentimientos y en los actos.
Esta receta es de un efecto indiscutible.
RECETA PARA OBLIGAR A LAS SOLTERAS Y A LAS
SEÑORAS CASADAS PARA QUE DIGAN TODO LO
QUE harían, tendrán INTENCIÓN DE
HACER O HAN HECHO
Tómase el corazón de una paloma y la cabeza de una rana, y
después de bien seco y reducidos a polvo, llénese un saquito con
esos polvos que se perfumarán agregándole un poco de almizcle.
Déjese el saquito debajo de la almohada de la persona, cuan-
do estuviera dormida, y a un cuarto de hora después se sabré lo
que se desea descubrir. Luego se retira el saquito.
RECETA PARA SER FELIZ EN LAS COSAS QUE SE
EMPRENDAN
Tómese un sapo verde y córtesele la cabeza y las patas, seis
domingos después de la luna llena de septiembre déjense er-'jos
pedazos en remojo por espacio de veintiún días en aceite de ro-
mero, retirándolos pasado este plazo, a las doCe campanadas de
la media noche; exponiéndoles después por espacio de tres noches
seguidas a los rayos de la luna; calcínece en un puchero nuevo,
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