Page 119 - El libro de San Cipriano : libro completo de verdadera magia, o sea, tesoro del hechicero
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madres! ¡Oh, ejemplo admirable de la ternura maternal! ¡Oh. Hi-
jo, la flor de todos los hijos! ¡Oh, forma de todas las formas! Al-
ma, espíritu, armonía de todas las cosas. Consérvanos, protégenos,
condúcenos, líbranos de todos los espíritus malos que nos asedian
continuamente sin que nosotros lo sepamos. Amén.
SORTILEGIO DE LA SAL
Se llama Alomancia la adivinación por medio de la sal.
La sal ha sido en todos los tiempos, considerada como sagra-
da. Entre los romanos era de mal presagio para el que daba una
comida si algún convidado se dormía antes que se hubiesen reti-
rado los saleros. Los primeros cristianos empleaban y aún emplean
la sal en algunas de sus ceremonias religiosas, como el bautismo,
símbolo de sabiduría.
Muchas personas consideran como anuncio de una gran des-
gracia, cuando, por casualidad, se derrama un salero sobre el méin-
tel.
Para conjurar este mal efecto, se toma con la punta del cuchi-
llo un poco de sal derramada y se lanza hacia atrás, por encima
del hombre derecho: "Satán, toma tu parte y vete."
Y dicho esto, huye el diablo, y nada hay que temer.
ORACIÓN PARA GANAR EL JUEGO DE LA LOTERÍA
Es preciso antes de acostarse, recitar devotamente esta ora-
ción, después de lo cual la colocaréis debajo de la almohada, es
crita sobre pergamino virgen con tinta mágica. Durante el sueño,
el genio que preside vuestra vida descendiendo del planeta bajo
el cual nacisteis, se aparecerá a vuestro espíritu, desligado momen-
táneamente de los torpes sentidos carnales, y os indicará la hora,
el lugar, y, si sois de los elegidos hasta el número que debe tener
vuestro billete.
"¡Oh, misterioso Espíritu que diriges todos los hilos de vues-
tra vida! Desciende hasta mi humilde morada. Ilumíname para con-
seguir, por medio de los secretos azares de la Lotería, el premio
que ha de darme la fortuna, y con ella, la felicidad, el bienestar
y el reposo. Penetra en mi alma. Examínala. Ve mis intenciones,
que son puras y nobles, y que me encamines en bien y provecho
mío y de la humanidad en general. Yo no ambiciono riqueza para
mostrarme egoísta y tirano. Deseo dinero para comprar la paz de
mi alma, la ventura de los que amo y la prosperidad de mis em-
presas. Sin embargo, si tú conoces ¡oh, soberano Espíritu, clave de
la infinita sabiduría! que yo no merezco aún la fortuna y que to-
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