Page 99 - El libro de San Cipriano : libro completo de verdadera magia, o sea, tesoro del hechicero
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ees. Ya una persona virtuosa que por permisión divina se deja
ver de quienes la invocan o recuerdan en su pensamiento: ya en
fin. aquellos qtie habiendo hecho daño a otra persona, reciben la
orden del Espíritu Supremo de aparecerse a sus deudos, a fin de
que enmienden los perjuicios por él causados, o bien al mismo a
quien los causó, en demanda de perdón.
Estos últimos son los que generalmente se nombran almas en
pena, y que imploran el perdón de sus semejantes, para poder des-
cansar tranquilos en la mansión que el Soberano Hacedor les ha-
ya señalado.
Aparte de estas apariciones que podríamos llamar persona-
les, hay otras que, aunque más raras, no dejan, de ser por esto
tan verdaderas como las anteriores. En muchas tradiciones se re-
fieren a casos de algunos que han sido visitados por vírgenes,
santas, damas o señoras con trajes vaporosos y aun por espíritus
malignos, los cuales después de aparecerse y hasta dirigirles la
palabra, se han desvanecido sin dejar rastro alguno de su pre-
sencia.
Las apariciones pueden ser naturales o provocadas. Las na-
turales son las que como se ha dicho, se producen sin que la per-
sona ponga nada de su parte en el hecho que podríamos llamar
psíquico o psicológico, y las provocadas son aquellas que logran
producirse por una particular disposición de nuestros sentidos,
y
más especialmente por las sensaciones de la imaginación que pue-
den producir en un caso dado el fenómeno de la doble vista.
Para llegar a producir las apariciones se precisa en primer
lugar, poner en juego una voluntad poderosa y hacer que la ima-
ginación esté constantemente preocupada en la idea del espíritu
que se quiere invocar. La menor distracción haría imposible en
absoluto la aparición deseada; en cambio si se logra concentrar
bien nuestra imaginación sobre aquella que nos proponemos, no
se hará esperar el resultado, puesto que el espíritu será atraído
forzosamente por la corriente magnética que se desarrolla entre
él y la persona que solicita su aparición.
Puede afirmarse por tanto que las personas de inteligencia
clara, grande fe y voluntad poderosa, lograrán verle, cosa que no
conseguirán las distraídas u obtusas, por razón de que no podrán
concentrar el trabajo mental que se requiere.
Como demostración de esta verdad, podrían citarse infinidad
de casos ocurridos a personas que por sus afecciones y sentimien-
tos hacia seres queridos que ya fueron fallecidos, a fuerza de pen-
sar en ellos y llevarlos constantemente en su imaginación
han
llegado a conseguir que se les apareciera en espíritu, pero en la
misma figura que tuvieron cuando vivían entre ellos*
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