Page 135 - libro de los detalles plasticos en el arte romanico.Fernando Ezquerra Lapreta
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sabios con la finalidad de traducir todo el conocimiento del mundo árabe que se había
                  encontrado en bibliotecas como las de Tudela, Tarazona, Ejea o Zaragoza.


                         Fueron hombres enviados por el gran abad de Cluny, Pedro el Venerable, quien
                  estuvo de visita por las tierras medias del valle del Ebro, en algún lugar comprendido

                  entre los Pirineos y Nájera. Entre estos sabios, destacan Robert de Ketton (el arcediano
                  de la Valdonsella) y Herman de Carinthia.

                         Se  trata  de  los  dos  grandes  introductores  de  la  astronomía  y  de  la  alquimia,

                  entre otros saberes, en el occidente cristiano. Y grandes conocedores de la astronomía     15
                  fueron también los tres Reyes Magos, los seguidores de la estrella.


                         Robert  de  Ketton  y  Herman  de  Carinthia  se  habían  conocido  gracias  a  su
                  maestro, Thierry de Chartres. En 1134, le siguieron a París. A través de Thierry, uno de
                  los teólogos más significativos en la estética de la recepción de la filosofía griega en la

                  primera mitad del siglo XII, los dos conocieron el pensamiento del irlandés Juan Escoto

                  Eriúgena y, en concreto, su concepto de la teofanía, es decir, las manifestaciones de
                  Dios en la historia de los hombres, esa manifestación que se celebra cada 6 de enero
                  en  la  fiesta  litúrgica  de  la  Epifanía,  es  decir,  la  de  los  Reyes  Magos.  Y,  además,

                  tampoco  se  debe  olvidar  que  la  iconografía  de  origen  de  los  Reyes  Magos  como
                  peregrinos es irlandesa, se encuentra en el monasterio de Saint Declan, en Ardmore.


                         Ante estos datos, no se puede creer en las coincidencias. Los tres Reyes Magos
                  pudieron convertirse en el símbolo e incluso el modelo de vida y de fe a seguir de unos

                  hombres sabios que también habían abandonado su tierra para dirigirse al valle medio
                  del río Ebro.
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