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Por otro  lado, sabemos que en la actualidad cierto!>  artesanos con experiencia son
                                                 capaces ele grabar una inscripción siguiendo solomente unas simples indicaciones
                                                 dibujadas previamente sobre la  piedra.  Si  bien  no cabe duela de que numerosas
                                                 inscripciones lujosas se realizaron apoyánJose sobre  una ordinario ejecutada con
                                                 brocha plana, debernos constatar que muchas otras se llevaron a cabo sin  recurrir
                                                 a este procecllmif!nto. E'i cierto que las paredes de Pompeya aún conservan letras
                                                 tratadas con ptncel al ocre rojo que se ven adornadas por remates, pero <;e  trata ele
                                                 letras rústicas o de capitales estrechas. Además, e11  ningún caso podemos constatar
                                                 la existencia de rc:mates pintados bien formados, ya que su elaboración final
                                                 siempre era obra dd cincel.  Esta herram1cnta es la única responsable c.lel  aspecto
                               1\~   V           t'lásico que tan bien conocemos. No cabe duda de que se utilizó el pmcel, pero ¿en
                                                 qué medida? Es  probnble que ellapicida no fuera  más que un servil ejecutante del
                                                 esbozo pintado, pero también cabría suponer que gozaba de cierta libertad.  Existe,
                                                 además, otro  factor al c¡ue se alude en contadas ocasiones y que podría sN decisivo
                                                 para nuestro análisis: se trata del uso, ba~tante extendido entre los lapicidas, del
                                                 trozo cuadrado de tiza o Je carbón. Este detalle puede ser de gran importantia si
                                                 consideramos que podría haber intervenido en el trabajo de la letra grabada de un
                                                 modo más frecuente y más práctico que el  pincel.
                                                   En este caso no habría ninguna necesidad de recurrir a brochas n a coloridos
          PHlpotc 1onc~ de las c.npit<~lé:> cnn1par11dn-. con   pigmentos. Un ~imple trozo cuadrado de tiza biselada se muestra más cficnz para
          la lig11ra c·u,ldrilda.                esta tarea que cualquier otro material. También hay que pensar en  la  facilídatl de
                                                 su  manejo y en su  precio;ión, muy superior a la del pincel, especialmente  para las
                                                 letras de módulo pequeño grabadas sobre tn~rmol. En el Dictíonnaire d Archéologie
                                                 chrétienne et de liturgie ( 1926), de dom Henri Leclercq, podemos encontrílr ejemplos
                                                 de epitafios de lapicidas romanos en  los que junto a la  maza y el cincel se hallan
                                                 rep resentados trozos cuadrados de tiza o de carbón  que servían para trazar las
                                                 capitales sobre la piedra. Sea como fuere, este  resumen nos lleva a  pensélr que sobre
                                                 esta cuestión la prutlencia se perfila como la mejor consejera. Mienlras quedamos
                                                 a la  espera de encontrar una prueba irrefutable que describa el procedimiento de
                                                 ejecución de una inscripción, debemos acoger con enorme reserva cualquier tesis
                                                 reductora y  tendente n la amalgama. Solamente un testimonio de la época podría
                                                 servirnos para disipar nuestras eludas.

          Albello Durcro, •B•. Grabado en m;~dera
          procedente•  de la obra Undenveysung der   La letra capital en la época del Renacimiento
          MP)Stmg,  Núremberg. 1525.
                                                  La construcción geométrica y  la racionalización de las formas mediante la regla
          Gcoftoy Tory. •0•. Grabado en madera
                                                 y  el compás suscitaron cierto entusiasmo durante el Renacimiento. Esta  moda
          p1ocedente de Champ Fleury,  París, 1529.
                                                  constructivista, que en realidad no es más que la transcripción gráfica del
                                                  pensamiento idealista de los humanistas del qualtrocento, desembocó en ciertos
                                                 errores previsibles. Los hombres del siglo  XVI  interpretaron bastante  mal  la  forma
                                                 de proceder de los antiguos lapicidas romanos, y su tentativa de llevar a cabo una
                                                 geometrización un tanto aséptica ha tenido unas consecuencias cuyo alcance llega
                                                  hasta nuestra realidad gráfica actual. Sufrimos los efectos de estos malentendidos,
                                                  los cuales, en virtud de su antigüedad, han adquirido desgraciadamente cierta  fuerza
                                                  de ley y de verdad.  Nos  referimos a los famosos tratados de Luca Pacioli  (1509), de
                                                  Alberto Durero (1525)  y de GeofroyTory (1529).
                                                    Pese a estas Jesafortunadas interpretaciones, todavía existen teóricos que afirman
                                                  que la capital romana se construye con la ayuda de la regla y el compás, lo cual es
                                                  completamente falso.
                                                    Todo lapicida digno de ese nombre, verdadero calígrafo de la piedra, conoce a  la
                                                  perfección los secretos del trazado. Todo lo relativo a su trabajo refleja creatividad.





                                                     1-A  CAI'ITA L  IIOMANA
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