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ALEJANDRO MAGN0.-128

apoderarse de su enemigo. Y sucedi6 que, en
esto, habiéndose q.eteni,do más allá de las Pi-
las Cáspicas, no sin cierto temor ante el de-
sierto que tenían que atravesar, empezaron
a llegar grupos de rezagados del ejército de
Darío, que voluntaria:mente, se fueron entre-
gando a los macedoníos.
Entonces supo Alejandro una noticia. que
no esperaba. Los persas que a él se unían se
la refirieron conmovidos, horrorizados. El
gobernador de la Bactriana, que se llamaba
Besso, envalentonado sin duda, al contemplar
la vergonzosa huída del rey, se había apo-
derado de Darfo con arteras palabras y :fin-
gidas lágrimas, y le. había hecho prisionero.
El objeto de Besso era, sin duda, de hallarse
con Alejandro, congraciarse con él entregán-
dole al regio prisionero, y si el macedonio de-
sistía de su persecuci6n, reunir un buen nú-
mero de soldados y hacerse dueño de una
buena parte del Imperio. A este fin, en cuan-
to tuvo a Darío en su poder, le suplant6 en
el mando de las tropas que le acompañaban,
'pero éstas, y má's principalmente los :n;1erce-
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