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10 . ..:..Los GRANDES HOMBRES

so y se dispersaron por los montes, a la des-
bandada.
En cuanto supo esto Alejan-dro precipit6
a~n m!s su marcha, y apresur6 la persecu-
ción. Sin atender al cansancio de sus hom-
bres ni a los estorbos que hallaba en los ca-
minos, anduvo toda aquella noche y el día
siguiente y la noche que siguió a aquel dfa ...
Al amanecer dió al fin con los b!rbaros, que,
en el mayor desorden, apenas pudieron re-
sistirle, huyendo a la desbandada. El infame
Besso y sus cómplices fueron los primeros en
huir, llevando consigo a su regio prisionero.
Mas cuando los cobardes traidores vieron
que Alejandro iba a darles alcance y com-.
prendieron que intentaba castigar duramente
su felonía, hirieron de muerte a Darfo, y lo
abandonaron en su carro, en medio del cami-
no por que habían de pasar los macedonios,
huyendo despues con el único botín de seis-
cientos caballos.
Cuando llegó Alej:andro adonde estaba el
carro del rey persa, y vi6 a Darío moribun·do
ya, dícese que lloró sobre él amargamente,
lamentando el fin, desposeído de toda gloria
de aquel gran príncipe. Lo cubrió con su
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