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ALBJANDRO  MAGNO.-36

                  -En verdad,  si no  fuera  Alejandro,  qui-
                siera ser Diógenes.


                   Siempre  preocupado  con  su  proyecto  de
                llevar la guerra a Persia, pasó Alejandro del
                Peloponeso a Delfos, donde quiso consultar a
                Apolo  acerca  del  éxito  de ella.  Mas  sucedió
                que,  al llegar al  templo,  le  envió  a  decir  la
                sacerdotisa  que no  podía hacerse la consulta
                hasta que pasaran algunos días, y Alejandro,
                impaciente por conocer la respuesta del dios,
                fuese  adonde la sacerdotisa se encontraba,  y
               a la fuerza quiso llevárséla para el templo, en
               cuyo  camino,  viendo  que  la obstinación  del
               monarca podía más que la misma ley, la sacer-
                dotisa dijo a grandes voces :
                  -Invencible eres,  hijo mío.
                  Y al oirla Alejandro, 1a detuvo, diciéndole:
                  -Admito como feliz anuncio tus palabras.
               Nada más necesito saber del oráculo.
                  Y,  calmadas  sus  inquietudes,  volvió  a  su
               reino, donde empezó a prepararse para hacer
               1a  guerra  a  los  pueblos  que  a.espreciaban la
               autoridad  de  Macedonia.  Ante  todo  ,;¡;cudió
               ,contra_  los  tracios,  que se  habían -apoderado
               de la cumbre del monte ~mo_para  impedirle
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