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fué a confirmar a los de Ambracia la libertad
que habían recuperado poco antes, y más tar-
de ordenó que su ejército.se acercase a Teba$
donde venció el orgullo · y pertinacia de los
beocianos y atenienses y donde quedó recono-
cido por general de todos los griegos en lugar
· de Filipo. Tratóse allí también de las tropas
que debían acompañar a Alejandro a Persia.
Fué ·en aquella época cuando, sabedor Ale-
jandro de que en Craneo, arrabal de Corinto,
se encontraba Diógenes, el célebre filósofo
cínico, quiso verle y hablarle. Hallábase Dió-
genes en un bosquecillo de cipreses, casi des-
nudo, y teniendo. por toda casa un tonel, pues,
prefiriendo a las riquezas el reposo y la liber-
tad de ánimo, eligió una pobreza voluntaria.
Llegó Alejandro al bosquecillo. Iba muy ri-
camente ataviado, y seguido de su magnífico
séquito, y halló allí a Diógenes que, metido
en.su-tonel, dejaba tranquilamente que le ba-
fíara el sol. Al ver el regio cortejo que llegab~,
el filósofo no se movió. ·
--¿ Sabes quién soy ?-le preguntó el mo-
_narca, deteniéndose ante el tonel. Y como el
otro no le contestara, añadió : -· Pues sabe
··que soy Alej~dro.