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37.-LOS GRANDES HOMBRES
el paso, cerrando su campo con carros en for-
ma de trincheras. Pero Alejandro, conocien-
do el designio del enemigo, ordenó a los suyos
que dejasen paso a· los carros, después de ha-
ber intentado avanzarlos, y que cuando los
otros les disparasen repentinamente, ellos se
postrasen en tierra y se cubriesen con sus
escudos uniéndose los unos a los otros a mo- 1
·1
do de galápagos. Y . con este sencillo expe-
diente quedó frustrada la astucia de los ene-
migos, porque la mayor parte de aquellos ca-
rr-0s pasaron por el lugar que les hicieron los
macedones abriéndose, sin que el peso de los
que pasaban por encima de los soldados cau-
saran a éstos ningún daño, pues esto se evi-
taba tanto por la defensa de los escudos como
wr la misma velocidad que los carros lle-
.,
vahan.
Dentro ya del cerco los macedones, libres.
del temor en que se habían visto, lanzaron.
agudos gritos de regocijo, marchando contra
los bárbaros, y los :flecheros, partiendo del ala
derecha, cargaron con las saetas sobre las
avan~adas. En cuanto la gente de Alejandro
pudo combatir a pie firme rechazó fácilmente
a. un enemigo que iba. casi desnudo y ligera-
