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155.-LOS GRANDES HOMBRES
-¡ Ah !-repuso el :filósofo con indiferen-
cia-. Pues yo soy Diógenes.
-¿ Sabes que poseo un imperio y que miles
de hombres inclinan su cerviz ante mí?
-Yo no poseo más que este tonel, y me
basta. En cuanto a los hombres, no creo en
ellos. Hace mucho tiempo que busco uno, y
ni con linterna lo encuentro.
Ante el cinismo del :filósofo, el monarca, en
vez de enojarse, sonrió. ¡ Era aquel lenguaje
tan distinto del que los cort~sanos solían
usar ! Por ello dijo Alejandro a Diógenes.
-Me gusta tu manera de ser. No mentía la
fama, al proclamar que eres un hombre ex-
traordinario. Tanto me agradas, que quiero
concederte lo que me pidas. Di,¿ qué deseas?
Y, con la misma indiferencia, le contestó
Diógenes:
-Que te apartes un poco, y no me quites
el sol.
Palabras que conmovieron y agradaron so-
bre manera a Alejandro, pues veía en ellas el
desprecio de aquel :filósofo hacia su elevada
fortuna. Por lo que es fama que dijo a los que
se haUa.ban con él:
