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nudo, que no lo realizase, perdiendo con ello
mucho de su prestigio: Mas Alejandro no
luchó con la cuerda mucho tiempo. No ha-
llando modo de desatar el nudo_, y temiendo a
su vez que, si lo dejaba atado, su fracaso le
desprestigiase a los ojos de los que le mira-
b~n, sacó su luciente espada, y, de un solo
tajo, cortó la cuerda, diciendo:
-Poco importa el modo de desatarle. Los
nudos, cuando no se pueden deshacer, se cor-
tan.,
Y así burló o cumplió la profecía.
Al partir de Gordio, dirigióse Alejandro a
Cilicia, atravesó el monte Tauro y, dejando
atrás a Parmeni6n con las tropas más lige-
ras, siguió avanzando, avanzando, dispuesto
a dar la batalla a Darío donde le encontrase.
En tanto, Darío, al saber la muerte -de
Memnón, su mejor general, no fiándose de
otro ninguno para arrostrar el empuje de Ale-
jandro, resolvió mandar por sí mismo su ejér-
cito. Formó sus escuadrones en una gran
llanura, donde pronto se vió una innumera-
ble multitud de infantería y caballería.
Componíase la infantería de doscientos cifü.
cuenta mil hombres, entre los que había se•