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AL EJ' AN.D RO MAGNO, -74

siguió protestando de que Era inútil locura
pretender vencer a los macedonios a fuerza de
riquezas. Diciendo esto~ le cortaron, por or.~
den del rey, la cabeza. Más tarde, al ver que
era verdad lo dicho por Charidemo y al com-,
prender la prudencia que encerraba su conse-
jo, Darío, aunque ya tarde,. se arrepinti6 y le
mandó dar sepultura.
Mas no eran tan sinceros todos los que ro-
deaban a Darío, antes rebajábanse frecuente-
mente a la adulación y a la lisonja. Y he aquí
que el rey persa veía turbado su sueño por
imágenes de infelicidad que le acongojaban
en extremo ... Tan pronto le parecía ver los
reales de los macedones resplandecientes de
fuego, como creía ver a Alejandro que se le
acercaba en el mismo traje que llevaba él
cuando los persas le proclamaron rey, cómo,
estando, en sueños, paseándose a caballo por
la ciudad de Babilonia, desaparecían de pron-
to él y su caballo.
Al llamar Darío a los adivinos para que le
diesen su juicio acerca del significado de estos
sueños, ninguno se atrevi6 a notificar al mo--
narca ningún mal presagio. Antes, al contra-
rio, le dijeron ser buen a~ero el haber visto