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77.-LOS GRANDES HOMBRES
nos, seguidos de diez mil hombres con picas
guarnecidas de plata y de oro también. A re-
taguardia les seguían treinta mil infantes, y
tras éstos llevaban a la mano· cuatrocientos
caballos del rey. Y todavía, a prudente dis-
tancia, en un espléndido carro, iba Sisigam-
bis, madre de Darío, y su esposa, y, acaba-
llo, todas las damas de la reina. Seguían
a esta larga comitiva quince grandes ca-
rros en los que iban los hijos del rey, los
maestros y los criados. Y aun iban las prin-
cesas y mujeres de los caballeros, y gran mu-
chedumbre de aguadores, leñadores. y mozos
del ejército, sin contar algunas compañías de
soldados, ligeramente armados.
¡ Qué distinto este ejército del de Alejan-
,
dro, el Macedonio! En éste, si se veían hom-
bres y caballos resplandecientes no era con el
oro ni con los suntuosos adornos, sino con el
bruñido acero y pulido bronce. Mas la pre-
sunción de Darío era tanta que no quería com-
prender esto; antes, imaginaba al ejército de
los de Macedonia compuesto por unos pobre-
tones, y deseaba ya ardientemente tener con
él un encuentro para anonadarlo. Y al ver que
Alejandro no $e adda:ntaoa a re<;:ibirle, ~m-
