Page 11 - Los Vinet para libro
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Las niñas aprendían temprano a bordar, a hilar lana con el uso y a tejer.

             En cuanto a la escolaridad de los hijos: todos concurrieron a la escuela,

             algunos en Paso Roballos (aquí, un bello lugar con abundante agua y un
             enorme cañadón verde) donde funcionaba una escuelita rural anexada al
             almacén de ramos generales y hotel de don Bartolo, que era una pequeña

             casita de adobes.

             En  el  caso  de  Amandina  y  otros  niños,  comenta,  que  el  primer  año
             permanecían internados en la casa de don Félix Valenciano. Tenían doble

             jornada. El segundo año en que concurrió pareciera como que las cosas
             habían mejorado, había más niños, algunos tenían sus viviendas en Paso
             Roballos y otros vivían en la zona. La escuela comenzó a funcionar en la
             chacra de la Estancia “Sol de Mayo”, allí contaban con un aula grande, y

             había  unos  40  alumnos  que  se  dividían  en  dos  turnos,  los  mayores  a  la
             mañana y los más chicos a la tarde.

             Amandina ignora si alguno completó el ciclo primario, en su caso lo hizo

             hasta 2° grado superior. Recuerda gratamente su paso por la misma, donde
             aprendió a escribir, a leer y a compartir juegos con otros niños.  Aquí su
             recuerdo  hacia  algunos  de  sus  compañeros,  con  los  que  compartían  el

             internado: Maguín, Dina, Aladino y Pepe Casanova, y Manuel Quiróz, quien
             falleció en esa época, situación que los impresionó. También recuerda a los
             que  vivían  en  el  lugar:  Rosa,  Corina  y  Berlindo  Ruiz,  Catalina  Sandoval,
             Adriana Roa, Juana y Berta Riquelme, Carlos Ramírez, Hermelinda, Ramón

             y Clodomiro Mendoza, Jorge y América Aldaz y Tomás paredes. Destaca
             el respeto que existía hacia sus maestros y las bondades de éstos hacia
             ellos, recuerda perfectamente sus nombres, el primero Guzmán Machado

             (tucumano)  y  María  de  Salgado  (bonaerense).  Como  asimismo  las
             personas  que  allí  los  atendían:  don  Félix  Valenciano,  doña  Cristina  de
             Martínez que era la cocinera y el señor Salgado era el celador, les enseñaba
             a comportarse en orden en la mesa, cómo tomar los cubiertos, etc.


             Expresa que era feliz en la escuela y que lo que más le gustaba era leer,
             recuerda libros como “Mis primeras luces”, “Pulgarcito”, y también leía la
             revista “caras y caretas”, entre otras cosas.











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