Page 14 - Los Vinet para libro
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Con respecto a la provisión de alimentos, vestimentas, medicamentos,
cuenta que vendían la lana o algunos animales y con ese dinero
compraban en el boliche, almacén de campo de Paso Roballos, propiedad
del señor Víctor Sanz.
Refiere que nunca les faltó la comida, recordemos además que la abuelita
cultivaba la huerta.
En cuanto a la vestimenta, en el mencionado almacén también vendían
bombachas de gaucho, alpargatas y telas, la abuela tenía su máquina de
coser y les confeccionaba la ropa.
Sus hermanos varones, los mayores cada uno tenía su tropilla de caballos
y sus perros y salían a trabajar por los campos vecinos, o simplemente de
“parranda”. Para cuando regresaban después de algunos días, ella y sus
hermanas debían tenerles la ropa planchada, comenta que era odioso
planchar tantas bombachas de gaucho tableadas con la plancha a brasas,
todo por mandato de la madre, pero éstos nunca les pagaban ni les
regalaban nada por esa atención.
Amandina dice que para ellas también era lindo cuando la abuela decidía
lavar la lana para los colchones y para sus hilados porque se iban hasta el
lago zona de la Península a cuya orilla realizaban la tarea, regresando al
atardecer a la casa.
Según relata Amandina, como ella era la mayor de las mujeres, muchas
veces la buscaban para trabajar como doméstica (pone como ejemplo
familia Mondelo) pero sus padres nunca le permitieron. Igual ella, para
hacerse de algún dinero, tejía medias, guantes, chalecos, fajas, bordaba
pañuelos de cuello, confeccionaba tabaqueras de la piel del cuello del
avestruz a las cuales también bordaba, recuerda que siempre en sus
bordados de flores los pensamientos eran sus preferidos. Luego las
vendía a los gauchos del lugar o las enviaba con su papá al boliche de
campo para su venta, por lo general volvían algunos caramelos y poco
dinero, allí hacían rifas y el abuelo a ella siempre le compraba el N° 25,
recuerda haberse ganado como premio un sacapuntas de bronce y
lápices de colores.
Cuando ellas fueron creciendo, la abuela siempre lavaba la ropa de todos
y a Amandina le correspondía una semana planchar y a Elena una semana
cocinar y viceversa.
Asimismo, debían ayudar en la búsqueda de leña en el campo, que luego
el padre acarreaba en un carro.
Además, al ser tantos niños en la casa, a cada una de las mayores le
tocaba hacerse cargo de un hermanito menor, desde mantener su ropa
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