Page 15 - Los Vinet para libro
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limpia, servirles las comidas diarias, higienizarlos, etc. En el caso de
             Amandina, se hizo cargo de Manuela (Lola) que la atendió desde muy
             pequeñita, e incluso cuando Amandina se casó se la llevó consigo hasta
             los 10 años.

             Eran tantas las tareas en las que debían ayudar, que un día estaba cocinado
             y a su vez atendiendo y cuidando a Lola, que no se le despagaba ni a sol ni
             a sombra y su papá la mandó a abrir el agua de un arroyo para llenar el

             baño de las ovejas, situación que la molestó y le contestó a su padre, y eso
             era un atrevimiento que se castigaba, por lo que su mamá la reprendió y
             estuvo como tres días sin dirigirle la palabra. Eso sí, menciona, nunca les

             pegaban.

             Refiere que además de toda la familia que allí vivía, siempre había algún
             “agregado”, menciona a Pedro Quiróz (cree que él venía de Rio Senguer),
             Félix Carolino de Azul, provincia de Buenos Aires, el que les contaba que
             “desde Bahía Blanca al sur, sólo Félix Carolino sabia bailar el tango”,
             Domingo Yankel (aborigen tehuelche), Alejandro Inayado (chileno),
             Alfredo Vidal (chileno), entre otros.  Algunos de ellos, dice, colaboraban
             con las tareas en el campo.  Vivían en campamento cercano a la casa y
             compartían la comida. Cuenta además que en esa época andaba mucha
             gente de a pie y también llegaban por allí.

             Recordemos que se mencionó al principio la “Laguna salina” dentro del
             campo de La Querencia, de donde sacaban la sal para consumo, la
             dejaban secar ahí mismo para luego llevarla a la casa. Pero a ese lugar
             llegaban los chilenos (de la zona de Cochrane, Backer, Rio Oro) montados
             en caballos y con pilcheros para llevarse bolsas y bolsas de sal y
             generalmente se llevaban inclusive la que ellos tenían en el proceso de
             secado. Ahí se instalaban en campamento, no pagaban por ello, pero si
             quemaban la leña del lugar y si les sobraba algún queso o unas papas se
             las dejaban y en más de una oportunidad hasta comían en la casa de los
             abuelos.

             Entre esta salina y la casa se encuentra “la gotera”, la caída de agua que
             mencionamos al principio. Ahí se puede observar vestigios de una
             pequeña construcción, Amandina cuenta que esa zona era de grandes
             matorrales, pero que su hermano Alfredo junto con un amigo, llamado
             Higinio Neira, desmontaron, emparejaron el suelo, contaban con agua del
             mencionado manantial, por lo tanto, era apto para cultivo, entonces
             construyeron una pequeña casita donde se instaló el señor Neira y su
             compañera doña Celmira Roa, pero la sociedad no prosperó y terminaron
             abandonando el lugar.






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