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ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LA PRESENTACIÓN DE ENFERMOS. SILVIA MACRI
Preguntas efectuadas a los textos
¿Qué se espera de una presentación de enfermos? ¿Qué la diferencia de una entrevista psiquiátrica? ¿Supone una enseñanza o transmisión? ¿Se trata de una experiencia docente o de una experiencia clínica de la que se esperan efectos terapéuticos? ¿Es una entrevista diagnóstica? ¿Qué lugar o participación tienen los asistentes?
¿Qué significación puede tener para el paciente? ¿Se realiza con su consentimiento? Y en ese caso ¿qué espera el paciente de ese encuentro?
En el encuentro con un analista -a diferencia de los que el enfermo mantiene habitualmente con su médico tratante quien por lo general evalúa la evolución de los síntomas a fin de establecer o confirmar diagnóstico pronóstico y tratamiento- se trata de privilegiar la escucha, dando lugar a la palabra del paciente en un diálogo que intenta restituirle al enfermo su estatuto de sujeto, detectar su posición respecto de sus propios dichos, como así también ubicar las respuestas o defensas que ha encontrado para vérselas con lo real de su goce y, en lo posible, precisar la eficacia de esas respuestas para mantener el goce a raya e intentar ubicar los momentos de desencadenamiento o estabilizaciones si es que las hubo.
Más allá de la descripción o el testimonio que el enfermo pueda hacer de su padecer o de sus síntomas, que pueden o no ajustarse a protocolos universales que permitirían hacer un diagnóstico psiquiátrico, el analista apuntará a los datos más singulares, a los “divinos detalles”, los que más se alejan de las generalidades. El paciente puede decir: “Tuve un brote psicótico” el analista no comprende que es un brote psicótico, pide explicaciones, permite que el enfermo despliegue su discurso sobre que es un brote psicótico para él. Su intervención no sugiere ni supone nada, se limita a preguntar o subrayar algunos datos del discurso a fin de ir armando una lógica del caso. Se trata de recortar o despejar algún rasgo particular que permita construir algo nuevo o diferente de aquello que el enfermo ha encontrado hasta el momento en su tratamiento.
Si bien se trata de un dispositivo de transmisión, la entrevista en sí podría tener un valor terapéutico derivado no solamente del hecho de “restituirle al loco su estatuto de sujeto”, sino también de escuchar y subrayas ciertos datos que otras disciplinas no tomarían en cuenta. Hablando de las presentaciones de enfermos de Lacan, Jacques Alain Miller afirma: “...el enfermo, un desafortunado, encuentra allí sin saberlo, un rostro de su destino; durante una o dos horas será escuchado, preguntado, sondeado, manejado, finalmente calibrado, y las pocas palabras que saldrán finalmente de la boca de Lacan pesarán mucho... en la balanza de su suerte”
En algunas ocasiones, como consecuencia de la posterior discusión, se puede obtener alguna orientación clínica para el médico tratante.
Respecto del diagnóstico, -si bien no se trata de una entrevista diagnóstica, ni el comentario posterior debiera estar centrado en el mismo- tratándose de una experiencia docente es importante que el entrevistador pueda