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HISTORIA EN EDUCACIÓN SEXUAL
La educación sexual como tal no es tan antigua, nace en Europa durante el siglo XIX y llega a
nuestro país no hace mucho con la llamada “educación tradicionalista”. Las principales
características de este modelo llamado “tradicional” fueron el enfocarse en una procreación
responsable, negar la sexualidad en niños y ancianos y ligar el placer a la sexualidad del género
masculino y los sentimientos a la sexualidad femenina.
La “educación sexual tradicional” devino en la “educación sexual higienista”. El objetivo de esta
otra educación era el de evitar riesgos inherentes a la práctica sexual. Se insiste así en la
abstinencia fuera del matrimonio como método y a la profilaxis por medio de métodos
preservativos de comprobada eficacia. No hace aporte alguno sobre revaloración ética de la
sexualidad y fomenta una visión negativa al instalar una idea de peligro asociada a la práctica
sexual.
La “educación sexual higienista” deviene en la “educación sexual procreadora”. Este modelo
plantea una dependencia directa con la antropología y una moral ligada a la religión; la
información está desdibujada por esta moralina. Da suma importancia al acto con fines de
procreación y niega la anticoncepción encuadrándola dentro de una idea “antinatural”: la
masturbación, la homosexualidad y las relaciones prematrimoniales son condenadas. También
se niega el derecho al placer considerando a la sexualidad como un acto ligado sólo y
directamente con fines que considera superiores: la procreación.
La “educación sexual procreadora” deviene en la “educación para la revolución sexual y social”.
Posturas ideológicas combativas dan lugar a esta nueva educación sexual. Los contenidos
propuestos son para desarrollar una educación ligada a la militancia política; no poseen sus
planteamientos bases científicas pero sí ideológicas por tanto no se encuadra en una postura
vital ni sirve de base a educación plural y rigurosa alguna. Aporta, eso sí, a la cultura la defensa
de igualdad de derechos sexuales y está inspirada en planteamientos freudianos que reconocen
la crucial importancia de la sexualidad en el desarrollo de las personas a nivel emocional y
psicológico.
La “educación para la revolución sexual y social” deviene en “educación profesionalizada,
democrática y abierta”. Esta se basa en posturas plurales de ideas, posee rigor científico y
actitudes democráticas abiertas y tolerantes. Se insiste desde ella en la búsqueda de una ética
personal ligada a la práctica sexual y al asumir actitudes responsables en relación a la misma.
Pretende ser modelo en cuanto a respeto por la pluralidad y la diferencia y sus objetivos son el
de transmitir una visión globalizada y positiva de la sexualidad, lograr el conocimiento sobre el
propio cuerpo y sus posibilidades como receptor y productor de placer, posibilitar cambios de
actitudes, conductas y valores sobre la sexualidad, promocionar la calidad de vida mediante el
acceso a toda la información y orientación necesaria sobre la temática sexual.
Esas fueron las prácticas usadas hasta ahora en cuanto a educación sexual, y si bien no
podemos decir que se ha logrado en gran medida alcanzar los objetivos buscados socialmente,
se ha avanzado bastante en el tema.