Page 269 - WORLD WC Antes de la Tormenta
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Abajo en el campo, desperdigados como marcadores en el salón del mapa, había
           otras pequeñas figuras. Algunos de ellos regresaban a la Muralla de Thoradin. Otros

           volvían a la fortaleza.


                    Y otros aún seguían en el campo como si estuvieran paralizadas.

                    El dolor no menguaba, y Anduin apretó la mandíbula mientras miraba de nuevo

           hacia el muro. Forzó sus manos en puños a abrirse y alzó el catalejo.


                    Su mente vio cosas con una extraña y rápida claridad, e inmediatamente encontró
           al Arzobispo Faol y a Calia. El primero estaba cerca del muro, instando a sus cargas a
           apresurarse a través de las puertas para su seguridad. Pero Calia se quedó en el campo,

           discutiendo con Elsie Benton. La capucha de la sacerdotisa estaba abajo.

                    Calia… ¿qué estás haciendo?


                    Calia se separó de la Primera Gobernadora y corrió hacia adelante unos cuantos

           pasos, sus manos acunadas alrededor de su boca y gritó

                    —¡Renegados! ¡Soy Calia Menethil! ¡Diríjanse a la fortaleza!


                    —¿Qué está haciendo esa mujer? —gritó Genn.


                    Pero Anduin no estaba escuchando. Su mirada estaba clavada en el par de mujeres
           en el campo, una humana, una renegada, y en ese momento, Elsie Benton cayó al suelo

           como una piedra con una flecha negra sobresaliendo de su pecho.

                    Calia giró hacia Elsie pero era muy tarde. Una mirada de horror surcaba su rostro,

           pero no había nada que pudiera hacer ahora por la asesinada Primera Gobernadora. Calia
           volvió a gritar


                    —¡A la fortaleza! ¡Corran!


                    Anduin  retrocedió,  su  mente  devanándose.  Ahora  vio  que  todos,  humanos  y
           renegados, habían echado a correr.


                    Sylvanas había comenzado una ofensiva, así como así. Justo bajo sus miradas
           atentas.


                    Y él, Anduin Wrynn, había puesto a civiles inocentes y desarmados directamente
           en su camino. El único modo de  corregir ese terrible error era haciendo todo lo que
           pudiera para salvarlos, incluso si significaba comenzar una guerra.


                    Pero  incluso  con  ese  pensamiento,  el  dolor  no  menguó.  Todos  le  gritaban,

           pidiendo órdenes, diciéndole una cosa mientras alguien más gritaba otra. Pero Anduin no



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