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platónico judío? Cuando se lo preguntó un maestrescuela de la Catedral de
Córdoba, él contestó sencillamente, con discreta ironía, que había sido sólo
"temeridad soldadesca". Pero puede decirse que en León Hebreo encontró
Garcilaso una semejanza con su gusto nativo por la sutileza intelectual, la
discriminación y los distingos. ("Que no se confunda lo uno con lo otro",
iba a decir más tarde en una de las frases más repetidas de sus Comentarios).
Y sobre todo pudo hallar, no sólo un modelo intelectual, sino un afán de
integración, un gusto por el equilibrio de neta raíz renacentista, la persecu-
ción de un ideal de "orden y concierto" que representaba, desde el punto
de vista de la forma, la noble tendencia a integrar lo disímil, como desde el
punto de vista de la raza en él reconocía "prendas de ambas naciones": la
de la sangre indígena y la sangre española.
Con las palabras de León Hebreo, el Inca podría haber dicho también
que sabía ascender de lo particular al arquetipo y que distinguía las dos
caras o rostros del alma. "La primera cara, hacia el entendimiento, es la
razón intelectiva, con la cual discurre con universal y espiritual conocimiento,
sacando fuera las formas y esencias intelectuales de los particulares y sensi-
bles cuerpos ... ; la segunda cara, que tiene hacia el cuerpo, es el sentido,
que es el conocimiento particular de las cosas corpóreas". Quién sabe si
muchos de los llamados errores de Garcilaso no son tales, sino deliberadas
modificaciones de las cosas concretas, hechas con un espíritu de superior
ordenación, con el empeño íntimo de "sacar fuera las esencias", aun sacrifi-
cando a veces el detalle de las cosas particulares.
El paso a Córdoba
En 1591, afianzada ya definitivamente su condición de escritor y esta-
blecida su modesta pero tranquila situación económica, el Inca Garcilaso
dejó Montilla para trasladarse a vivir en la cercana y prestigiosa ciudad de
Córdoba. Tenía algún dinero, porque había muerto su tía la viuda del capi-
tán Alonso de Vargas, y por lo tanto le tocó recibir la herencia de éste; y
con la venta de unas casas y unos censos impuestos sobre bienes de los mar-
queses de Priego disfrutaba de un seguro pasar, aunque acostumbraba que-
jarse de que le faltaban "haciendas de campo y casas de poblado". Por
entonces, o poco antes, ha de haber nacido su hijo Diego de Vargas, tenido
en su criada Beatriz de Vega o de la Vega y cuya existencia sólo ha venido
a desrubrirse hace unos años. Por caminos menudos tuvo también entonces
una vinculación económica con el prodigioso poeta Luis de Góngora. Córdoba
le permitió además un más fácil acceso a los libros y un mayor contacto con
doctos amigos.
Fue así como proyectó dos empresas literarias, una descartada al poco
tiempo y la otra en cambio realizada. La primera fue la re\'isión de las
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