Page 335 - Historia de la civilización peruana contemplada en sus tres etapas clásicas de Tiahuanaco, Hattun Colla y el Cuzco, precedida de un ensayo de determinación de "la ley de translación" de las civilizaciones americanas
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HISTORIA DE   LA  CIVILIZACIÓN PERUANA       331

          En la tercera vemos descrita una procesión.
          “En Calango—escribe Llanos Zapata, en sns Meritorios His-
      tórico-Físico-Apologéticas—que es una población situada en la cos-
      ta del Sur, a cuarenta  y  cinco leguas de Lima, se halló una losa
      en que se veían grabados ciertos caracteres  y  ciertas figuras.
          ”Era ella de un mármol azulado,  y  tenía de largo seis varas
      y  media, por cuatro  y  media de ancho.
          ^Llamábanlas los indios Ccoyllor Sayana, que en lengua que-
      chua significa piedra “donde descansa la estrella”.
          ”De orden del limo. Obispo de Lima don Gonzalo de Ocam-
      po, visitó ese lugar el Ldo. Duarte Fernández,  y  considerando que
      aquella mole  y sus signos fuese el origen de la idolatría que allí
      ejecutaban los indios de la tierra en fuerza de sus tradiciones, la
      hizo picar  y  romper, habiéndose antes copiado los caracteres  y
      signos que contenía.’*
          Llanos Zapata ve en la piedra de Calango una inscripción
      griega que se refiere, según él, “al año de 4.330 de la creación de
      la tierra, según la Vulgata, sin dejar de reconocer, empero, que
      la misma no fue otra de ninguno de los apóstoles, por la razón
      de que en dicho año ya no existían apóstoles en el mundo, habién-
      dose coronado todos ellos dos siglos antes con el laurel de los már-
      tires; aunque se quiere hacer autor de aquellas letras al evange-
      lista San Juan que sobrevivió a Cristo 68 años,  y  murió en Efeso,
      siendo emperador Trajano...”
          Para nosotros, la explicación de la piedra de la “estrella can-
      sada”, en que vemos un simple documento de la índole de las qquel-
      cas del Collao, es muy otra.
          Para nosotros, la línea horizontal que separa en dos campos
      la lápida aquella, define una playa arenosa, sobre la cual mueren
      Is olas de una mar lo suficientemente bonancible para que un
      mediano galeón suelte el ancla cabo a sus orillas.
          Juzgamos arenosa a la dicha playa por la huella estampada
      en ella por el pie grande de un hombre blanco, al pie probablemen-
      te del arraez del galeoncete de que se trata.
          La gente de este último, cuya venida se relaciona, evidente-
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