Page 362 - Historia de la civilización peruana contemplada en sus tres etapas clásicas de Tiahuanaco, Hattun Colla y el Cuzco, precedida de un ensayo de determinación de "la ley de translación" de las civilizaciones americanas
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           Chinchana por su origen, la Llallagua, o tarasca, de que tra-
      tamos, fué muy en particular nasqueña.
          Las tierras chinchanas—tierras de maíz, de chicha  y  de ají
      tierras de abundoso  y  gozoso vivir, fueron prácticamente un en-
      sanche  territorial, religioso  y  nutritivo de las tierras altas de
      Huancavelica, Guamanga   y  el Cuzco.
           Fueron su Jauja; nombre del que Caucato parece ser deri-
      vación.
          Meta, por tal razón, de nutridas peregrinaciones, la comarca
      chinchana tuvo, como el Cuzco, y  en mérito de la ley de concor-
      dancia de las urbes incaicas, que dejamos señalada en determinado
      capítulo de la obra presente, sus ceques sobre el camino del Chin-
      chasuyo que le correspondió,  y  en ellos, sus adoratorios, sus rego-
      cijos, sus callaos  y sus casas de las pallas; con la diferencia, em-
      pero, de que aquello que en el Cuzco se llamó “palla-uta”  casa
      de las pallas, o de las curanderas, en la comarca chinchana se
      llamó “casa de dolencias”, o de dolientes  nanasca en la lengua
                                               (
      quechua), de donde el nombre geográfico moderno Nasca.
          Lugar de dolencias, la tal Nasca o Nanasca lo fué también de
      defunciones y  entierros.
          De allí, a todas luces, sus enterramientos colectivos  y sus mi-
      les de tumbas, caracterizadas por su alfarería fúnebre, cuyo per-
      sistente argumento decorativo es la Llallagua, o tarasca.
          Escribe Polo de Ondegardo en sus Informaciones acerca de
      la Keligión  y  gobierno de los Incas; lo siguiente:
          “La fiesta del Itu no tenía tiempo señalado entre los antiguos
      peruanos, más que en épocas de gran necesidad.
           ”Para ello ayunaba toda la gente durante dos días, en los
      cuales no llegaban a sus mujeres, ni comían cosa alguna con sal,
      ni ají, ni bebían chicha;  y  todos se juntaban en una plaza donde
      no hubiese forastero ni animales.
           ”Y aunque el sacrificar reses y otras cosas que no pueden
      esconder de los españoles los han dejado, a lo menos en público,
      conservan muchas creencias que tienen su origen en estas fiestas
      y supersticiones.
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