Page 106 - SALVADOR BORREGO ARMA ECONOMICA
P. 106

ARMA ECONOMICA


                      de la patria son los mejores hombres. Y entonces, mis
                      jóvenes oficiales, el frente os acogerá en el futuro con
                      todo el amor que el soldado alemán ha sentido siem-
                      pre por sus jefes.
                         "Si un oficial me dijera: 'mis soldados se han raja-
                      do', le contestaré: Eso no es verdad; los soldados no
                      desmayan jamás mientras su jefe no desmaye. Lo de-
                      cisivo es que el jefe dé ejemplo a sus soldados ...  El
                      soldado no es, ni puede ser siempre, un miembro es-
                      cogido; pero el oficial sí que lo es. En el momento en
                      que en este aspecto surge una vacilación, el jefe tie-
                      ne la obligación de ser el primero en dar ejemplo. El
                      espíritu de una compañía no puede definir jamás el
                      espíritu de su capitán,  ni  el  espíritu  de  un batallón
                      podrá ser definitorio del espíritu de su comandante,
                      sino que de un modo sistemático ha de ser el espíritu
                      del capitán, el del jefe de sección, el del comandante
                      del batallón el que informe el de su unidad. Sólo él es
                      el  que forma  este espíritu, sólo él es el responsable
                      de este espíritu.
                         "Esto ha sido siempre así, pues de lo contrario ten-
                      dríamos que suprimir del  lenguaje la  palabra  'jefe'.
                      Tendríamos que decir que los jefes son los manda-
                      dos, y los mandados, los jefes. Así,  pues, en las ma-
                      nos exclusivas del  oficial  está que  su grupo se im-
                      pregne de su espíritu. Y con una firmeza de hierro ha
                      de mantener a su unidad como ccea debe hacerlo ante
                      su conciencia, ante la mirada de la nación alemana
                      entera.
                         "Y no olvidemos una cosa: el pueblo alemán reali-
                      za sacrificios gigantescos.  Envía  sus hijos  a  tierras
                      extrañas, trabaja en casa, sufre privaciones, hará todo
                      lo que le pidan. Pero ama sobre todo a sus soldados.
                      Por eso todo soldado ha de estar seguro de merecer
                      también este amor y este respeto del pueblo, y preci-
                      samente en el momento en que nadie lo ve ... Cuando
                      algo comienza a ir mal, entonces ha llegado la hora
                      de poner a prueba la  fuerza  de  la  personalidad del
                      joven jefe. En ese instante ha de ser para su unidad

                                                                         105
   101   102   103   104   105   106   107   108   109   110   111