Page 5 - El Misterio de Belicena Villca
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LIBRO PRIMERO



                 “El Desaparecido de Tafí del Valle”


                 Capítulo I


                        Conocí a Belicena Villca cuando se encontraba internada en el Hospital
                 Neuropsiquiátrico “Dr. Javier Patrón Isla” de la Ciudad de Salta, con diagnóstico
                 de  demencia senil irreversible. Siendo médico del pabellón “B”, de enfermos
                 incurables, he debido prestar atención a la referida enferma durante un largo año
                 en el que apliqué todos los recursos que la Ciencia psiquiátrica y mi extensa
                 experiencia en la profesión me brindaban para intentar, vanamente, su
                 recuperación. Como se verá más adelante, su historia fue escrita por ella misma
                 en tanto permanecía en aquel  triste encierro. Dedicó a ese fin todo el tiempo
                 disponible, que era mucho, pues la junta médica la había autorizado a escribir
                 “dado que tal actividad redundaba en evidentes resultados terapéuticos sobre el
                 ánimo de la paciente”. Sin embargo, nadie sabía a qué se referían sus escritos y
                 si ellos revelaban alguna  coherencia lógica, información que hubiese sido útil
                 poseer para confirmar o corregir el diagnóstico adverso. Dos motivos impedían
                 conocer el contenido de sus manuscritos: el primero, y principal, consistía en que
                 la enferma escribía en quechua santiagueño, una lengua que sólo se habla en
                 su región natal; en secreto, al parecer, Belicena Villca tradujo los manuscritos al
                 Castellano pocos días antes de morir; el segundo motivo era el celo homicida que
                 ponía en evitar la lectura de los textos, lo que se tradujo, un día, en un violento
                 incidente con una enfermera que osó posar los ojos sobre una de sus páginas.
                 Mas, como lo que interesaba era mantenerla tranquila, y la escritura contribuía a
                 entretenerla en ese estado, se optó por no contradecir sus maníacos deseos y se
                 le permitió ocultar los manuscritos en un portafolios del cual no se separaba en
                 ningún momento. No obstante, parte de su historia  me fue relatada por ella
                 misma mientras duró su convalescencia, ya sea mediante largos monólogos a los
                 que frecuentemente la llevaba el psicoanálisis, en los días en que cierta
                 estabilidad mental permitía esta terapia, o, involuntariamente, cuando el
                 tratamiento de narcosis la sumía en un pesado sopor durante el cual, sin
                 embargo, no disminuía nunca la actividad oral. Naturalmente, no podía darse
                 crédito a sus declaraciones, no sólo por su condición de enferma mental, sino por
                 el tenor de las mismas, que eran increíbles y alucinantes: nunca podría
                 calificarse, con mayor justicia, a su relato como a la historia propia de un loco.


                        La situación de alienada de Belicena Villca seguramente desalentará a los
                 lectores sobre la veracidad de los sucesos narrados. Es comprensible pues tan
                 sólo un año atrás Yo mismo hubiese hecho todo lo posible por impedir la
                 divulgación de un material que la prudencia, y la ética profesional, aconsejan
                 mantener en los reservados ámbitos de la Historia Clínica y el Legajo Personal.
                        Pero, he aquí que la súbita muerte de Belicena Villca vino a trastornar este
                 racional punto de vista y me llevó a pensar que la Historia registra el paso de
                 venerables figuras por las celdas de célebres loqueros. Recordé a Nietzche, Ezra
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