Page 10 - El Misterio de Belicena Villca
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resueltamente por varias Provincias del Norte argentino e incluso salió del país,
                 viajando por el interior de Bolivia y del Perú. Esa conducta resultó sospechosa
                 para los Servicios de Inteligencia, quienes  la sometieron a intensa vigilancia y
                 finalmente la detuvieron.
                        Fue durante los duros interrogatorios  que se consideró la posibilidad de
                 que Belicena Villca estuviera mentalmente desequilibrada, por lo que, luego de
                 las consultas a médicos militares, se había dispuesto su traslado al Hospital
                 Neuropsiquiátrico Dr. Javier Patrón Isla. En cuanto al hijo, el Ejército nada sabía
                 de su paradero ni si militaba en alguna organización subversiva; su desaparición
                 justamente alertó a las autoridades pues se pensó que había pasado a la
                 clandestinidad. Esta idea se afirmó al conocerse la sorprendente actividad de la
                 madre, asunto que motivó finalmente su detención. La información precedente la
                 suministraba el Coronel para que no se diera crédito a las historias o a los
                 reclamos que pudiera hacer la enferma.
                        Según el Dr. Cortez el  tono de la carta no admitía réplica; era casi una
                 orden internar a Belicena Villca. En su criterio se debian considerar dos
                 posibilidades: o la mujer enloqueció durante el “interrogatorio”, o la historia que
                 planteaba el Ejército era real. Lo que debía descartarse de plano era una tercera
                 variante: que supiera algo sobre la subversión... En ese caso habría sido
                 ejecutada. Corrían tiempos difíciles en  ese entonces; la Argentina ocupada
                 militarmente en 1976, venía soportando una represión tremenda que comenzó
                 con el exterminio de los famosos “guerrilleros nihilistas”, tal la calificación oficial, y
                 concluyó con un baño de sangre digno de Calígula, donde cayeron, amén de los
                 míseros guerrilleros, gente de toda laya. Los muertos y desaparecidos se
                 contaban por millares y, en atmósfera tan peligrosa, no era bueno para la salud
                 discutir las directivas militares.
                        –Ya vendrán tiempos mejores –nos decía el Dr. Cortez– recuerden que los
                 militares se rigen por las leyes de la Estrategia. –Y con su habitual erudición, nos
                 citaba a Maquiavelo, genio de la Estrategia, que en su obra “El Príncipe” dice: “...
                 al apoderarse de un Estado todo usurpador debe reflexionar sobre los crímenes
                 que le es preciso cometer, y ejecutarlos todos a la vez, para que no tenga que
                 renovarlos día a día y, al no verse  en esa necesidad, pueda conquistar a los
                 hombres a fuerza de beneficios”. “Porque las ofensas deben inferirse de una sola
                 vez para que, durando menos, hieran menos; mientras que los beneficios deben
                 proporcionarse poco a poco, a fin de que se saboreen mejor”.
                        Esta era, para el Dr. Cortez, la filosofía del Gobierno.
                        Recuerdo como si fuera hoy cuando  acompañé a Belicena Villca al
                 pabellón “B”, impresionado por su trato culto y su sencilla prestancia. Sin ser
                 realmente alta lo parecía debido a su cuerpo menudo pero erguido; el cabello
                 negro y lacio, de suaves filamentos, le caía hasta la cintura. Los ojos, ligeramente
                 rasgados, eran verdes y la nariz, algo prominente daba un efecto de firmeza al
                 rostro, enmarcado en un óvalo casi perfecto. Su boca, proporcionada, era de
                 labios carnosos; las cejas: pobladas y  rectas sobre los ojos. Todo en ella
                 emanaba un aire vital que para nada delataba una edad de 47 años y, a pesar de
                 que los rigores pasados dejaron su huella demacrante, se adivinaba que en su
                 juventud había sido una mujer de extraordinaria belleza.
                        Los estudios realizados en el Hospital, confirmaron que Belicena padecía
                 algún tipo de esquizofrenia, por lo que  el Dr. Cortez, no tan sensible a
                 consideraciones estéticas, decidió mantener el diagnóstico de los médicos

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