Page 15 - El Misterio de Belicena Villca
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Seguían papeles burocráticos sin importancia, sobre la inhumación y otros
                 aspectos de la investigación; pero sobre el crimen en sí, no se había avanzado
                 mucho.
                               En resumen:
                        a – Huellas dactilares: no había otras que las de la occisa y el personal
                 del Hospital.
                        b – Otra llave: no constaba.
                        c –  Peritaje en la puerta: indicó que los goznes estaban intactos, igual
                 que la cerradura. No hubo forzaduras con ganzúa, barreta, ni de ninguna especie.
                        d – Peritaje forense: muerte por estrangulamiento.
                        e – Peritaje del arma homicida: cuerda de pelo humano, teñida con cal.
                        Medallas de oro español de significado desconocido.


                        Ni una palabra sobre la desaparición del portafolios y, por lo visto no se
                 había considerado útil investigar las leyendas grabadas en las joyas.
                        –... perros judíos! –gritaba el Oficial,  que leía el artículo “Jesuita” donde
                 hay un cuadro titulado “La Compañía de Jesús vista por la Masonería” en el cual
                 se ve, entre innumerables símbolos de todo tipo, al Superior General de la Orden
                 Jesuíta sentado sobre una montaña de cráneos, de donde asoma también la cruz
                 de Cristo.
                        Como buen Nacionalista Católico  se sentía agraviado, ofendido
                 personalmente, por la “perfidia” de la judeomasonería. No creí conveniente
                 aclararle que la Compañía de Jesús creó, en el siglo XIX, el “Rito Masón del Real
                 Arco”, el cual fue finalmente adherido al “Gran Oriente Inglés” del “Rito Escocés
                 Antiguo y Aceptado”, con lo que ambas organizaciones establecieron puntos de
                 contactos permanentes. Desgraciadamente la prueba está a la vista hoy día, al
                 considerar el  marxismo aristocrático que sustentan los pensadores jesuitas.
                 Sería ridículo admitir la existencia de una Sinarquía Internacional y creer que la
                 Iglesia Romana, organización temporal, está exenta de su control. Pero sería
                 inútil; el oficial no aceptaría ese razonamiento.

                        Cargué los pesados tomos y me despedí del Subcomisario Maidana.
                        –Adiós Oficial; si me necesita no tiene más que llamar al Hospital.
                        –Hasta siempre Dr. Le agradezco la colaboración que nos ha prestado.


                 Capítulo VII


                        Era Viernes y podría descansar el fin de semana en la vieja casa solariega
                 de Cerrillos, un pueblo bellísimo que se encuentra a 18 km. de Salta, sobre el
                 mismo camino que conduce a Cafayate, en el corazón de los valles calchaquíes,
                 y, más allá, a Santa María de Catamarca. Allí vivían mis padres, ancianos ya, y
                 una hermana viuda con dos niños.
                        La perspectiva de verlos y pasar unos días con ellos siempre me colmaba
                 de alegría; así pues no debe impresionar  a nadie que unas horas más tarde,
                 mientras conducía el automóvil por el camino bordeado de viñas, no pensase
                 más en el horrible crimen.


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