Page 20 - El Misterio de Belicena Villca
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que hice a la Provincia de Jujuy. Después de eso vino la captura por parte del
                 Ejército y la historia que Ud. conoce.  Pero todo esto lo entenderá con más
                 claridad cuando le revele, como mi legado póstumo, el Secreto familiar.
                        El Secreto, en síntesis, consiste en lo siguiente: la familia mantuvo oculto,
                 mientras transcurrían catorce generaciones americanas, el Instrumento de un
                 antiguo Misterio, tal vez del más antiguo Misterio de la Raza Blanca. Tal
                 Instrumento permite a los Iniciados Hiperbóreos conocer el Origen extraterrestre
                 de Espíritu humano y adquirir la Sabiduría suficiente como para regresar a ese
                 Origen, abandonando definitivamente el demencial Universo de la Materia y la
                 Energía, de las Formas Creadas.
                        ¿Cómo llegó a nuestro poder ese Instrumento? En principio le diré que fue
                 traído a América por mi antepasado Lito de Tharsis, quien desembarcó en
                 Colonia Coro en 1534 y, pocos años después, fundó la rama tucumana de la
                 Estirpe. Pero esto no responde a la pregunta. En verdad, para aproximarse a la
                 respuesta directa, habría que remontarse a miles de años atrás, hasta la época
                 de los Reyes de mi pueblo,  de quienes Lito de Tharsis era uno de los últimos
                 descendientes. Aquel pueblo, que habitaba la península ibérica desde tiempos
                 inmemoriales, lo denominaré, para simplificar, “ibero” en adelante, sin que ello
                 signifique adherir a ninguna teoría antropológica o racial moderna: la verdad es
                 que poco se sabe actualmente de los iberos pues todo cuanto a ellos se refería,
                 especialmente a sus costumbres y creencias, fue sistemáticamente destruido u
                 ocultado por nuestros enemigos. Ahora  bien, en la Epoca en que conviene
                 comenzar a narrar esta historia, los iberos se hallaban divididos en dos bandos
                 irreconciliables, que se combatían a muerte mediante un estado de guerra
                 permanente. Los motivos de esa enemistad no eran menores: se basaban en la
                 práctica de Cultos esencialmente contrapuestos, en la  adoración de Dioses
                 Enemigos. Por lo menos esto era lo  que veían los miembros corrientes de los
                 pueblos combatientes. Sin embargo, las causas eran más profundas y los
                 miembros de la Nobleza gobernante, Reyes y jefes, las conocían con bastante
                 claridad. Según se susurraba en las cámaras más reservadas de las cortes,
                 puesto que se trataba de un secreto celosamente guardado,  había sido en los
                 días posteriores al Hundimiento de la  Atlántida cuando, procedentes del Mar
                 Occidental, arribaron a los continentes europeo y africano grupos de
                 sobrevivientes pertenecientes a dos Razas diferentes: unos eran blancos,
                 semejantes a los miembros de mi pueblo, y los otros eran de tez más morena,
                 aunque sin ser completamente negros como los africanos. Estos grupos, no muy
                 numerosos, poseían conocimientos asombrosos, incomprensibles para los
                 pueblos continentales, y poderes terribles, poderes que hasta entonces sólo se
                 concebían como atributos de los Dioses. Así pues, poco les costó ir dominando a
                 los pueblos que hallaban a su paso. Y digo “que hallaban a su paso” porque los
                 Atlantes no se detenían jamás definitivamente en ningún lugar sino que
                 constantemente avanzaban hacia el Este. Mas tal marcha era muy lenta pues
                 ambos grupos se hallaban abocados a muy difíciles tareas, las que insumían
                 mucho tiempo y esfuerzo, y para concretar las cuales necesitaban el apoyo de los
                 pueblos nativos. En realidad, sólo uno efectuaba la tarea más “pesada” puesto
                 que, luego de estudiar prolijamente el terreno, se dedicaba a modificarlo en
                 ciertos lugares especiales mediante  enormes construcciones megalíticas:
                 meñires, dólmenes, cromlechs, pozos, montes artificiales, cuevas, etc. Aquel
                 grupo de “constructores” era el de Raza blanca y había precedido en su avance

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